Guau! ¡Menuda fiesta más animal! Es lo que tiene San Antonio Abad (San Antón, si quieren). El patrón de perros, gatos, hurones, iguanas, gatos, serpientes, halcones y hasta humanos (porque digo yo, que animalicos también somos, unos más que otros) fue motivo de reuniones en todo el territorio nacional. Véase, la parroquia de San Pablo de Zaragoza que, en estas lides, es todo un clásico.

Empezó con misa y procesión el encuentro. Pero faltaba el plato fuerte: la bendición. El buen día animaba el paisanaje y la cifra de asistentes. Menuda variedad de razas. Había gatos que parecían tigres. Perros que parecían gatos. E iguanas que estaban de foto... Como Lolo, con arnés y todo, que lleva "siete años viniendo", recordaba María del Mar Gil, su dueña. Quien suscribe, que también lleva unos años con la libreta, recuerda que antes que Lolo fue Picio. Pero siempre hubo iguana en este acto. También hurones, como Miqui. La mayor novedad eran la pitón real y el halcón de Javier Aibar, que había venido desde Utebo para recibir la bendición.

La cosa estuvo difícil. Había presión popular alrededor del improvisado escenario de madera en el que siempre se encaraman el párroco de San Pablo y la prensa. Hasta para los compañeros hubo bendición. "Agracedemos su presencia a los medios de comunicación", dijo el sacerdote. El agua bendita hizo el resto para pacificar los ánimos... Y para que los fieles, humanos y mascotas, comenzaran a pasar en fila india. Vigilaban los caballos de la Policía Local. Los más formales de toda esta algarabía. Los dueños presumían de mascotas. Como Ana, que se deshacía hablando de su gatita tuerta, Blasa, que ha gastado dos de sus siete vidas: "Hace nada, se cayó de un sexto". O María, con Boira, una samoyedo ciega pero lista como pocas a la que quiere con locura. Llovían los piropos. Por guapos, por valientes... Porque tengan plumas, pelo o cuatro patas, a los buenos amigos hay que cuidarlos. Benditos ellos.