El dios Momo, rey del carnaval es la personificación del sarcasmo, la agudeza, ironía y desenfreno. En la Grecia antigua Momo era el dios de escritores y poetas, y se le representaba con máscara y un bastón rematado en una desorbitada cabeza, símbolo de la locura. Ya citado por Gracián en El Criticón, de la raíz Momo deriva el nombre de los carnavalescos momochorros de la localidad navarra de Alsasua, y los mamarrachos de algunos carnavales de Guinea Ecuatorial. Pero el Entroido (con el significado de entrada en la época de Cuaresma, así se denomina al carnaval en Galicia) de España más madrugador es el de la localidad cántabra de Vijanera de Silió, que se celebra el 5 de enero. Es entonces cuando aparecen los trapajones (personificaciones de distintas especies de la Naturaleza) y los zamarracos, personajes andrajosos ataviados con extraños ropajes, pieles de animales, y máscaras de índole diversa. Se hacen acompañar de campanos amarrados a la cintura para que suenen y ahuyenten con su ruido a los malos espíritus. Y persiguen a los vecinos con la intencionalidad de zurrarles con sus zarrapos hasta conducirlos hasta fuera de los límites de la localidad. En los carnavales de Luco de Jiloca (Teruel), a unos personajes prácticamente idénticos se les denomina zarragones; una fiesta que con el mismo nombre (zarragones y madamas) se celebra en Villar de los Navarros.

LA FESTIVIDAD de carnaval está vinculada a ritos ancestrales relacionados con la agricultura, la sexualidad, y la inversión del orden social establecido. De ahí la proliferación de máscaras y disfraces. En esta fiesta confluyen además las tradiciones de tres importantes celebraciones romanas: las Saturnalias (en diciembre en honor al dios Sol, coincidiendo con el solsticio de invierno); las Lupercalias (mediado febrero para propiciar la fertilidad de campos y mujeres); y las Bacanales, fiestas que los romanos disfrutaban en marzo en honor del dios Baco, rey de la vegetación, y asociado a períodos de la fertilidad agrícola y la sexualidad. Baco llegaba cada año desde el mar, a bordo de un carro, el carrus navalis, de donde algunas fuentes pretenden la etimología de la palabra carnaval. Pero lo más probable es que derive del italiano carne levare (quitar la carne) ante la inminente llegada de la Cuaresma. Es también una fiesta del consumo de los excedentes de la matacía y por ello comienza con el jueves lardero, palabra que deriva del latín ardus --grasa-- o también de lardarius --tocinero--. También la fiesta del choricer en Alcañiz.

Pero el carnaval también es tiempo de farsa, de comedia y de burla, con representaciones (mojigangas, o mochigangas, como la que cada tercer domingo de enero en Mas de las Matas) que pueden tener su origen en las Atellanas romanas, unas representaciones cómicas en donde unos bufones característicos (el gordo y el flaco, Papo, el viejo avaro y otros) hacían reír al público en los teatros. Y carnaval es también el tiempo de las mascarutas y botargas, personajes modo de peluches gigantes, de donde viene la expresión "estar abotargado".

Volviendo a Aragón, en los carnavales de Bielsa aparecen los amontatos (que con un muñeco a la espalda simulan llevar a cuestas a una vieja); las madamas (mujeres con trabajados peinados y ataviadas con vistosos trajes, medias y zapatos de blanco, color que simboliza la virginidad y por tanto la sexualidad); el onso (el oso) que baja de la montaña tras su gran letargo invernal; y las trangas, similares a los zarragones, con la cara tiznada de negro y cuernos.

En San Juan de Plan el peirot (cuya raíz enlaza con la palabra valenciana parot, especie de percha en la que los maestros falleros colgaban sus abrigos y que era entregada a las llamas en la noche de la cremá es el muñeco de paja que representa al carnaval. A lomos de un burro, el peirot irá recorriendo las calles de la localidad hasta que acabe en la hoguera el Martes de Carnaval.

Y en Épila los protagonistas son los taleguillos, nombre que recibe el saquito de tela con el que los participantes en los desfiles ocultan su rostro, desfigurando su voz para hacer chanza y crítica con la finalidad de divertir a los asistentes. En Zaragoza, este año tras secular ausencia, llegan de nuevo los personajes de su mojiganga.

Llegada la noche de Martes de Carnaval, tiene lugar la pantomima del entierro de la sardina, funeral pomposamente teatralizado que anuncia el final de la fiesta y el inicio de la Cuaresma (período de 40 días anterior al Domingo de Ramos) que comienza en el Miércoles de Ceniza. Así, tras los excesos del carnaval llega la exhortación religiosa a la penitencia y la abstinencia de comer carne. Por ello a la Cuaresma --con siete semanas hasta el Domingo de Resurrección-- se la ha representado a menudo como a una mujer de falda abotargada bajo la que asoman siete pies, portando en una mano una pieza de bacalao seco y en la otra una cesta repleta de sardinas y hortalizas. ¡Qué Cuaresma!