El Príncipe y su prometida, Letizia Ortiz Rocasolano, acudieron ayer, por primera vez desde que se hizo público su compromiso, a las pistas de esquí aragonesas para disfrutar de una de las grandes aficiones de la Familia Real. Los diez grados bajo cero que marcaba el termómetro y la escasa visibilidad que dominó en cotas altas no impidió a la pareja vivir a tope la jornada blanca en Candanchú, la misma estación que ya vio a don Felipe hacer de niño sus primeros pinitos sobre la nieve y a la que el Príncipe y Letizia Ortiz habían llegado la noche anterior.

Los asiduos a estas pistas vivieron con "orgullo" y también con moderada curiosidad la presencia de la pareja, acostumbrados como están a ver a distintos miembros de la Familia Real en la estación, por la relación de amistad que une al Rey con su director, Eduardo Roldán. El ha sido el instructor de Su Majestad durante años y también la persona que impartió a doña Letizia sus primeras lecciones de esquí en las instalaciones de Baqueira Beret.

Tanto para ella como para el Príncipe la jornada de ayer fue larga e intensa. Sobre las 10.30 horas de la mañana abandonaban el Hotel Edelweis de Candanchú, donde la Familia Real posee un apartamento doble en el que se alojan habitualmente sus miembros. La periodista apareció vestida con un mono gris con una raya negra que estrenaba esa misma mañana, mientras que él eligió un conjunto negro de una sola pieza.

De camino al telesilla, se dejaron fotografiar por la prensa mientras intercambiaban miradas y comentarios. Tras subir juntos hasta la zona del Tobazo, Letizia Ortiz y el Príncipe se separaron.

El fue a disfrutar, de manera más libre, de un deporte que conoce y domina desde niño y de las condiciones que ofrecía la buena calidad de la nieve y la escasa presencia de esquiadores en la jornada de ayer, debido a la dificultades que presentaban los accesos por carretera a Candanchú por la ola de frío que azota a la comunidad.

Ella siguió su preparación intensiva con el instructor Eduardo Roldán durante un par de horas, en las que se le pudo ver descender por pistas como el B-12 y la Olla, ambas de dificultad media, pero también por el B-20, un tanto más complicada.

En cualquier caso, la escasa visibilidad limitó los descensos de Letizia Ortiz, que se desarrollaron en cimas de entre 1.500 y 2.000 metros.

Acompañados por una veintena de personas, la pareja del año saludó y fue observada atentamente por otros esquiadores, que incluso aprovecharon la presencia de la pareja del año para hacer fotografías y comentarios. Especialmente, cuando se reencontraron para almorzar en una zona reservada de la cafetería de la Pista Grande. Se da la circunstancia de que, habitualmente, la Familia Real suele realizar esta parada técnica en la caseta que está a pie de pista del B-12, conocida con el nombre de Chaparro , que era el apodo de su anterior responsable. De hecho, el sustituto de éste había preparado un suculento tentempié de embutido y productos de la tierra, que sí sirvió al final como merienda para el Príncipe y Letizia Ortiz. .

Felipe de Borbón y su prometida apuraron hasta treinta minutos antes del cierre de las pistas, fijado a las 17 horas, para seguir practicando el esquí, cosa que también harán hoy. De hecho, el instructor de doña Letizia, Eduardo Roldán, apuntó que la joven periodista se había quedado "encantada con la estación de Candanchú y sus pistas", que conoció ayer por primera vez.