Teruel fue una ciudad muy castigada en la guerra civil. Cambió varias veces de bando (del nacional pasó al republicano y luego volvió al nacional) en medio de intensos combates que sembraron el casco y su entorno de proyectiles. Muchos de ellos han sido recuperados, pero otros siguen escondidos, como trampas, y no pasa mucho tiempo sin que se descubran de forma casual bombas, granadas u otro tipo de munición.

Un accidente ocurrido el pasado septiembre, en el que un padre y su hijo sufrieron graves lesiones, devolvió a primer plano un riesgo que siempre está latente en la capital y en los pueblos de su entorno. Los dos estaban limpiando el garaje de una vecina y al tocar un objeto de llamativo color rojo se produjo una violenta explosión que arrancó las dos manos al joven y provocó una herida en la pierna al progenitor. Lo que el primero de ellos tomó por el filtro de un Mini resultó ser en realidad una granada de fabricación italiana.

A raíz del suceso, que conmocionó a la opinión pública turolense, la Policía Nacional ha constatado un aumento de los avisos por el hallazgo de objetos de apariencia peligrosa o extraña que suelen emerger en el curso de excavaciones.

"La población está más concienciada del riesgo y nos llama con más frecuencia", informa el portavoz del Cuerpo Nacional de Policía en Teruel. "Todas las semanas se desactivan uno o dos artefactos explosivos, por lo que no es exagerado decir que, a este ritmo, pueden encontrarse un centenar de proyectiles al año", afirma.

Llamamiento

De hecho, las fuerzas de seguridad han hecho un llamamiento a los turolenses para que no duden en llamar al 091 cada vez que localicen un artefacto que inspire desconfianza. De hecho, se ha editado una especie de catálogo con los tipos de proyectiles que con más frecuencia aparecen en Teruel y sus 10 pedanías, que ocupan 440 kilómetros cuadrados.

"No todos esos artefactos llevan carga explosiva y otros han podido perder su potencia letal, pero no deben tocarse bajo ningún concepto, solo pueden ser manipulados por expertos", subraya el portavoz policial.

En el caso de Teruel, "no conviene fiarse nunca". El mismo clima frío y seco que complicó los combates en el invierno de 1937 resulta ideal para mantener en buen estado la carga explosiva de bombas, granadas y obuses que llevan inertes casi 80 años.

Estos proyectiles emergen al excavar los cimientos de las nuevas construcciones, pero pueden estar ocultos bajo capas de tierra en las huertas, parques y laderas. Otros, en cambio, aparecen en viejas casas, olvidados en un rincón del desván o tan escondidos que nadie recuerda ya su existencia.

Y otro tanto cabe decir de la zona del Alfambra, que fue escenario de duros enfrentamientos. Pero en esta área rural al norte de la capital lo más habitual es que algún agricultor desentierre el proyectil de forma involuntaria cuando labra sus tierras.