Las peñas de Zaragoza ya preparan las celebraciones del Pilar a pesar de la polémica sobre el recinto que ocuparán en la semana festiva. La federación de Interpeñas ha sufrido una de sus crisis más importantes desde su fundación. Siete agrupaciones han abandonado el paraguas que las cobijaba desde hace 36 años y muchos ciudadanos se preguntan qué papel deben desempeñar en el día a día de la ciudad. Lo que empezó durante la transición como válvula de escape tras años de prohibición del activismo social se ha transformado en una asociación de entidades con tantos admiradores como detractores.

«Si en los primeros años se salía a las calles con un burro, ahora también es tiempo de evolucionar», así de contundentes se muestran en la peña el Brabán, casi una institución en la ciudad con gran experiencia en adaptarse a cambios. En el año 1977, al amparo de organizaciones juveniles de tendencias ácratas, organizaron un pasacalles desde Torrero hasta la plaza del Pilar con bocadillos de tortilla. La iniciativa acabó con enfrentamientos con la Policía Armada. «El mero hecho de salir a la calle con una charanga ya era una revolución», explica Chavi Gracia, uno de sus primeros miembros. Y consideran que será obligación de las personas que ahora tienen 19 años definir un nuevo modelo. «Éramos entidades sin ánimo de lucro y hemos pasado a depender del dinero», indica uno de los fundadores de El Brabán, Antonio Mercadal.

La asociación de estos colectivos fue casi inmediata. En 1979 ya se organizaban actos conjuntos en el pabellón del cuartel de Hernán Cortés. Sin embargo, con el paso del tiempo la Federación Interpeñas (cuya primera comisión se creó en 1982) cambió de enfoque y se convirtió «en un negocio», señalan. En el mejor de los casos permitió financiar actividades sociales durante todo el año. En el peor, ha propiciado enfrentamientos como el de estas semanas. La peña Delicias se fundó en el año 1984 y es una de las que se mantiene dentro de la agrupación mayoritaria. «Interpeñas podría ser prescindible, y si desapareciera, nuestra vinculación seguiría siendo igual, pero no nos queremos marchar porque a veces se la trata de forma muy injusta», indica su presidente Carlos Sanz.

Los miembros de Delicias defienden que ellos tratan de contribuir de forma activa con la vida del barrio. Algunos miembros destacan incluso que el mayor disfrute se produce fuera de las fiestas del Pilar. «Es muy gratificante que nos digan que hacemos cosas por el barrio», afirma el vicepresidente, Javier Tejada. Eso hace que los peñistas se concentren mayoritariamente en los pabellones de orquestas y charangas antes que en los conciertos más multitudinarios.

Tras los enfrentamientos por la gestión de Interpeñas de los grandes espacios públicos se encuentra también la crisis de abonados a las peñas. En El Brabán, cuya sede actual se encuentra en el barrio de San José, llegaron a ser más de 1.500 cuando Interpeñas tenía su pabellón junto al Príncipe Felipe. Ahora rondan los 500. En el caso de Delicias han pasado de unos 700 a los 300 socios actuales. «Lo bueno de esta situación es que ahora solo vienen los que de verdad son peñistas», razona Nacho Hernández, uno de sus miembros. En el Brabán consideran que este descenso se debe a que muchas peñas de la ciudad han abandonado su presencia activa en las calles. «Nos hemos encerrado en los locales», lamenta Fernando Llarena.

A pesar de sus discrepancias sobre la organización de Interpeñas, los dos colectivos coinciden en la sensación personal de que todos los peñistas forman una hermandad más allá de barrios, nombres o pabellones. «Aunque las juntas rectoras se separen, los que estamos en las bases seguiremos unidos», asegura Pintado.