Las compras de productos básicos en el comercio local y los mercados tradicionales a principios de los 90 se fueron dejando a un lado con el auge de los centros comerciales con el cambio de milenio, grandes superficies que incorporaban, además de compras de primera necesidad en hipermercados y supermercados, momentos de ocio. Cada vez son menos los detallistas que sobreviven en las ciudades con sus puestos de alimentación. Siguiendo esta tendencia, en la capital aragonesa, del 2008 al 2017 se redujeron en un 24% los mercados de barrio privados, pasando de casi 60 a 45. Todos estos mercados --que incluyen las tres lonjas municipales: el Mercado de Lanuza, el Mercado de San Vicente de Paúl y el Mercado de Valdespartera-- aglutinan más de 500 actividades detallistas y unos 1.600 puestos de venta. En Huesca y Teruel ni siquiera hay mercados de abastos municipales. El primero cerró en el 2002, mientras que en la capital turolense se derribó en el 2008 tras año sin actividad comercial.

En España hay 1.200 mercados municipales con 80.000 puestos que dan empleo a 283.000 personas. Pero las cifras siguen bajando, principalmente porque para muchos operadores no hay relevo generacional y también porque las ventas han caído en pro de estas grandes superficies que proveen en un único ticket de compra todos los productos necesarios, tanto frescos como secos (artículos de limpieza, higiene personal, etc...).

Digitalización y concienciación

Desde hace una década, el móvil (ahora smartphone) se ha encargado de favorecer estos cambios. Nos ha transformado la vida, porque parte de la misma la hacemos a través de su pantalla. Los grandes retailers y empresas con pulmón financiero, entre ellos los hipermercados, dedicaron tiempo y dinero en construir canales digitales para proveer a los consumidores de herramientas para cumplir sus demandas: cierta parte de la población quería llenar el carro de la compra a través de internet. Así, los pequeños comercios y mercados se quedaron atrás y es ahora, años más tarde, cuando se suman a la revolución de la venta online y tienen que adaptarse a la comodidad, disponibilidad de producto y tiempo de entrega que ya han desarrollado las grandes superficies.

Todavía hay margen de maniobra, porque precisamente la digitalización en los mercados es la clave para su supervivencia. Porque la ciudadanía está cada vez más concienciada en volver a las compras de proximidad y a unos productos de cercanía, con menor huella ecológica y que reviertan en su salud. También porque desde la crisis económica del 2008 las familias readaptaron sus maneras de comprar y de aprovechar los alimentos.

Según el Informe de Consumo Alimentario del 2018 elaborado por el Gobierno de España en nuestra cesta de la compra ha aumentado un 7,2% el aceite de oliva virgen extra, un 3,3% los tomates, un 3% las hortalizas, un 2,9% el yogurt y un 2,2% los vinos con denominación de origen (DO) o indicación geográfica protegida (IGP). Por el contrario, decrece el consumo de el aceite de semillas (-11,4%), la carne de ovino o caprino (-8,5%) y la de vacuno (-5,2%) los vinos sin DO o IGP (-7,5), los espumosos o gasificados (-9,5%), el azúcar (-4,2%) o el pan (-2%). Los platos preparados están cada vez más presentes en la cesta y aumentan en volumen 6,5%, junto con las legumbres, la pasta y el arroz y los huevos que se mantienen en positivo con una variación del 0,7%, ya que todos tienen en común que son productos fáciles de preparar en una vida en la que el tiempo es precisamente cada vez más preciado.

De hecho, en esta tendencia alimentaria a reducir el tiempo de cocinado tiende a la simplificación de platos en nuestras comidas, en las que se apuesta por el plato único. Los hogares abogan por modos de preparación más fáciles (y en el último lustro también más saludables), ajustados en gran medida a la dieta mediterránea. Así lo refleja el este mismo informe donde se referencia que los españoles están dejando de lado los menús tradicionales de dos platos con postre o café por un plato único acompañado de café o postre.

Pero esta propensión a simplificar y a ser más saludables es reciente. En los últimos 30 años se han cometido errores en la alimentación que, aunque ahora comienzan a corregirse, han lastrado nuestra salud. El gusto por la comida rápida comenzó precisamente en los años 90 y se consolidó en los 2000. McDonadl’s abrió su restaurante número 100 en España en el año 1995 y alcanzó los 200 en 1999. En el 2009 ya eran 400 las sucursales del gigante del fast food.

Combatir la obesidad

El gusto por una comida más calórica, palatable y que en muchas ocasiones se consume en compañía, ha llevado a la población española en edad adulta a aumentar sus índices de sobrepeso y obesidad que alcanzaron en el 2018 el 54,54% (el 37,7% tenía sobrepeso y 17,47% obesidad. En Aragón las cifras descienden dos puntos hasta el 52,53%, con un 36,8% de los aragoneses con sobrepeso y un 15,73% con obesidad.

En cambio, en estos 30 años lo que sí ha aumentado son los hábitos saludables relacionados con la práctica de ejercicio diario. Si al principio de la década de los 90 el deporte parecía estar reservado para unos pocos, ahora es una costumbre extendida entre gran parte de la población que ha asumido sus beneficios y lo practica con regularidad, bien al aire libre, en gimnasios o incluso en casa. También se ha popularizado la contratación de entrenadores personales para la consecución rápida y con éxito de mejores resultados, algo que estaba reservado para profesionales del deporte y personas pudientes hace varias décadas.

En Aragón se registran peores datos que la media nacional en cuanto a nivel de actividad física. Si el 44,7% de los españoles practican ejercicio de manera moderada, en la comunidad solo lo hace el 40,4%. Solo el 10,1% de los aragoneses asegura hacer deporte con un nivel de exigencia alto, mientras que en España la media es de 24,33%. El resto, el 44,4 % de la población aragonesa registra un nivel bajo de actividad física, frente al 35,28% de la media española.

Las culpables de que se mantenga cierto sedentarismo son, sin lugar a duda, las pantallas en sus diferentes versiones: televisión, smartphone, tabletas... El 71,3% de los aragoneses pasa más de una hora al día entre semana pegados a ellas, mientras que el porcentaje asciende casi al 80% en fin de semana. Pero, aunque parezca contradictorio, las pantallas también se han convertido en muchas ocasiones en el mejor aliado para practicar deporte y promover hábitos saludables, y en la última década se han transformado en el ágora pública donde muchos nutricionistas, entrenadores y expertos divulgan sus conocimientos y entrenamientos e intentan romper mitos y animar a la ciudadanía a sumarse a los beneficios de una vida más sana y lejos del sedentarismo. Todo suma en este camino, en el diseño de un nuevo estilo de vida.