Agotados como están los calificativos contra el dueño de la SAD, y culpable máximo de lo que al Real Zaragoza le ocurre desde hace seis años, la veda para la búsqueda de responsabilidades intermedias lleva abierta también un tiempo. De las acusaciones no se ha librado nadie, ni los ejecutivos anteriores ni los actuales, ni los siervos a sueldo de Agapito Iglesias de antes ni los de ahora y siempre. Obviamente tampoco los entrenadores, que para todos ha habido, por supuesto también para Paco Herrera, la última víctima del sistema. Ni, claro, los futbolistas, la mayoría de los de las últimas temporadas jugadores de tercera fila.

Este año el foco de las iras, más o menos contenidas, se ha centrado en varios. Cidoncha, Paglialunga y Luis García principalmente. Y en Barkero y Leo Franco de forma más circunstancial. Barkero y Luis García han estado justamente en el ojo del huracán. Entre su rendimiento y su expectativa hay una distancia demasiado grande. Han estado mal, muy mal algunas veces, y especialmente en un tono físico nefasto, condicionado por algunas lesiones pero muy bajo cuando han estado recuperados.

Ahora Víctor Muñoz se ha encomendado a ellos en su proyecto de rescate. Es una buena idea que así sea, aunque parezca una terrible paradoja que de esto te tengan que sacar los que te han metido. Guste más o guste menos, se sea anti o pro, Barkero y Luis son dos de los hombres con más potencial en este equipo sin potencial. Para salir de este lío, Muñoz los necesita. Mucho.