Entre mordisco y mordisco a un bocata saboreaban sus sueños. En cualquier bar de carretera de los largos viajes de Segunda B. O de Oviedo a Soria. En esas horas de coche, en esos socorridos almuerzos, Richi y José se imaginaban en Primera. Han tenido que pasar diez años para que sea real. Y cerca el uno del otro. Aunque tan lejos. «Vivo en Cuarte, que está confinada. Para ir a trabajar a Zaragoza necesito un permiso», dicta Richi Gil Esponera. Cuando pueda irá a ver a su amigo a Huesca. A Pacheta.

De alumno a jefe y amigo. Ricardo conoció a José dándole clase en un curso de entrenador. «Soy profesor de Preparación Física de la Escuela de Entrenadores de Zaragoza. En esa época venía mucha gente de Soria a sacarse el título en Aragón. Estaban Javi Suárez, ahora ayudante en el Real Zaragoza, al que conocía del Stadium y que había jugado en el Numancia. Él fue nuestro nexo», recuerda Richi, ahora míster del Cuarte, segundo clasificado en Tercera.

Hicieron buenas migas rápido. Pacheta se acababa de retirar y era director deportivo del Numancia. Se acordó de él. Fichó a Gil para sustituir a un tal Pablo Machín en el filial soriano y preparar a los porteros del primer equipo. Ese año, el 2009, ascenderían a Primera con Gonzalo Arconada, pero Richi decidió volver a Zaragoza, a trabajar en el colegio Santa Ana, donde aún sigue, y entrenar al cadete de la Ciudad Deportiva, al Villanueva y ahora al Cuarte.

Las circunstancias hicieron que Pacheta tuviera que pasar al banquillo para intentar, como ahora con el Huesca, salvar al Numancia. No lo logró, pero el gusanillo le había picado. «Me había preguntado que si le salía algo me animaría a acompañarle», desvela. Y la llamada llegó de Oviedo. Era el verano del 2011. Su compañero había llegado al Tartiere unos meses antes. En febrero. Era el tercer entrenador del curso y completó un cierre espectacular: 32 puntos de 39 posibles. Renovó con aspiraciones de ascenso. «Ese año en Segunda B había un grupo durísimo. Estaba el Castilla con Morata, Nacho, Jesé, Carvajal… el Lugo de Quique Setién, el Tenerife… Nos quedamos a las puertas de entrar en ‘playoff’. Hubo problemas económicos todo el año y competimos en la Copa del Rey al Athletic», rememora el zaragozano.

Esa vivencia profesional y el lazo que les ha seguido uniendo permiten a Richi Gil ser un avalista de Pacheta. Ha hablado con él estas semanas. Cree que es el ideal para sacar del pozo al Huesca. «En una situación de emergencia un entrenador debe transmitir energía, competir y sacar el máximo de los recursos que tiene. Estas tres condiciones las reúne Pacheta. Es un reto difícil, pero tiene tiempo, margen de puntos y plantilla», reivindica a su amigo asemejando la situación y la silueta motivadora de JIM que ha despertado al Zaragoza.

Autodidacta. Llano. Pasional. Son algunos de los adjetivos que gasta para retratar a Pacheta, un futbolista que llegó a Primera con 26 años y terminó con más de 200 partidos, comiéndose muchos campos de Segunda B, como ha hecho como entrenador (Cartagena, Kielce polaco, Hércules, Ratchaburi tailandés y Elche).Y buen comunicador. «Llega al jugador y al aficionado. Energía es la palabra que lo define por excelencia. Una positividad tremenda entrenando y compitiendo. Lo da todo en cada situación», señala y da el ejemplo de su presentación.

Ese Oviedo se caracterizó por su juego vertical, directo, de segunda jugada, de pase en largo y centros al área. Son demandas, al menos la vehemencia ofensiva, que se echan de menos en un Huesca alicaído por no ganar. «En Elche hacían muchas cosas diferentes a las que hacíamos nosotros. Uno es uno más sus experiencias. Acumula diez años de bagaje, en España y en el extranjero. Este Pacheta entrenador es una evolución de aquel. Es capaz de adaptarse muy bien a los jugadores que tiene. No va a buscar su manera de jugar sino cual va a ser la mejor para competir y ganar», sentencia Richi Gil.

Y motivar. Exprimir todo lo que uno lleva dentro con su carácter. Como ese medio trotón del Mérida, del Espanyol o del Numancia que aprendió de Camacho o su admirado Marcelo Bielsa. Porque hay que recordar cómo llegó al Elche. En marzo, procedente del exilio en Tailandia, casi olvidado, y llevándolo a Primera en tres años con un presupuesto pobre. «Porque si ganas un par de partidos puede ser una casualidad, pero lograr un ascenso ganando a quien ganó en el ‘playoff’ habla de cómo hace rendir a sus jugadores», insiste el técnico del Cuarte.

Sacar del pozo psicológico a unos jugadores a los que entiende en primera persona. A los que sabe tocar la fibra. Acercarse y exigir, acariciar y dar un golpe en la mesa. «Recuerdo un partido en Albacete. Un día importante para el ascenso. Los jugadores estaban adormilados. Entró al vestuario dando golpes y maldiciendo. ¡Pero qué pasa aquí! El mensaje llegó. Es un motivador nato», retrata Ricardo, encantado que su amigo esté en Primera División. Como soñaban juntos hace una década. Entre bocata y bocata.