El CAI Aragón cumplió con sufrimiento su destierro a Huesca porque le tocó lidiar con un adversario pegajoso. Pero a base de desgaste, los zaragozanos se quitaron de encima al Amenábar y saborearon una pequeña venganza. Porque fue en Zarautz donde el CAI sufrió hace justo una vuelta el primer pullazo en una negra racha en la que derrochó todas sus opciones de ascenso. Ahora, con poco o nada que ganar en esa batalla perdida, los hombres de Bolea intercambiaron el triunfo a cambio de un buen charco de sudor.

El Amenábar fue fiel a sus principios. El cuadro vasco es lo más parecido a una roca (mejor defensor y peor atacante) que hay en la División de Honor. Con una defensa física y de choque fue una avalancha de inicio (0-3, min. 5). El CAI Aragón controló esta salida con una mayor entrega atrás y la puntería de Bravo (9 de 10 en los lanzamientos). La igualdad se estableció como norma durante todo el partido. Fue un cuerpo a cuerpo en toda regla.

EL ESTUDIO DE PABLO El Amenábar seguía fiándose de los tiros lejanos de Sangil y el Aragón repartía sus esperanzas entre De la Puente, Cano y, sobre todo, Bravo. Los vascos mantenían una ligera ventaja, hasta que Pablo Hernández terminó de escribir una tesis. Se pasó el partido estudiando los cañonazos de Sangil y en los últimos diez minutos halló la fórmula para detenerlo. Varias paradas del portero aragonés y el desvanecimiento físico de los guipuzcoanos forjaron el triunfo local.