En un escenario difícil, por muy mal que esté el Deportivo, que lo está y mucho, y en un momento de crisis, el Zaragoza dio un puñetazo en la mesa, un golpe en toda regla para poner fin a dos rachas negativas que pesaban más que una losa. De un lado, la victoria puso fin a una racha de siete jornadas consecutivas sin ganar. De otro, acabó en Riazor con la sequía como visitante en esta Liga, donde el equipo aragonés no había estrenado el casillero de triunfos tras ocho partidos. Ganar siempre sabe a gloria, pero ayer al conjunto de Víctor le supo a mucho más cuando el calendario ya empieza a desgranar desde hoy el parón por las vacaciones de Navidad.

Desde el 31 de octubre no lograba ganar el Zaragoza en la Liga --sí lo hizo en la UEFA ante el Dnipro--. Aquel día goleó al Sevilla y se situó en zona Champions con una cuarta plaza que hacía impensable una caída tan grande. Pero ésta llegó, en siete jornadas seguidas, con tres puntos sobre 21 posibles y una decadencia futbolística manifiesta. Tres empates, todos a domicilio, ante Atlético (1-1), Valencia (0-0) y Osasuna (2-2) y cuatro derrotas --Mallorca (0-1), Espanyol (0-1), Numancia (2-1) y Athletic (0-2)--, dibujaron un sombrío panorama, agravado por el conflicto de las primas, pero en Riazor se hizo de nuevo la luz. Y de qué manera.

También eran descorazonadores los números a domicilio hasta ayer. El Zaragoza, que empezó ganando un título, la Supercopa, en Valencia, estaba teniendo su hándicap lejos de La Romareda. Cuatro puntos, con empates en Mestalla, el Calderón --en estos dos partidos mereció algo más--, Pamplona y Málaga, sobre 24 posibles sumaba antes de saltar al campo gallego, ya que había caído en Soria, Villarreal, Santander y el Camp Nou. Necesitó hacer el Zaragoza tres goles --los mismos que en Olomouc (2-3) y en el feudo che en la Supercopa (1-3), sus dos anteriores triunfos fuera--, pero el maleficio liguero a domicilio cayó por fin. También acabó la mala racha de las últimas jornadas. Y es que el Gordo zaragocista estaba en Riazor.