Se diría que la buena noticia para el Real Zaragoza fue que, por fin, anotó goles en la pretemporada. Valen igual, pero fueron de penalti y por eso parecieron menos en el 3-2 de ayer en El Alcoraz, donde el Huesca puso más intención y, sobre todo, más fútbol, más poso. La lectura sigue siendo inútil como en Teruel y Logroño. Es poco el equipo de Víctor Muñoz porque no es lo que será, y se entiende por qué: ayer jugó manejado por siete juveniles, que dominaron la convocatoria, por encima de profesionales y filiales, a la espera de que llegue el núcleo que conformará la plantilla.

No pudo sacar muchas conclusiones Víctor. Entró su equipo tibio en el encuentro, bisoño como corresponde. Jugó Zalaya, por ejemplo, en el centro de la defensa. Algo bueno hay que sacarle a estos bolos cuando el fisco aprieta, que dan oportunidades a imberbes, a jóvenes recién salidos de cadetes, que paga su inexperiencia pese a su categoría como futbolista. Por algo lo han convocado para selección española. La sub-17, claro.

En eso está el Zaragoza este de Víctor Muñoz, casi en pañales, Ayer fueron titulares Fernández, Álamo y Porcar entre los mayores. Y Rico, al que por obligación se le ve maduro. Con eso basta para explicar la resistencia que puede ofrecer el Zaragoza en estos momentos, muy lejos del nivel que se le va a exigir en Segunda División, más si se quiere pensar en compromiso del ascenso. Y no hay otro remedio.

En fin, que el Zaragoza no es lo que será, así que Víctor anda probando jugadores que, más que para mañana, son para pasado mañana. Entre los demás, se ven algunas cosas. A Tierno, por ejemplo, muy alegre siempre con el balón; y refulgió a su lado Sergio Gil, otra criatura zurda que entiende el fútbol con gusto pero al que le falta medio cuerpo para alternar con los profesionales. Más de lo mismo.

Enfrente se encontró, además, con un Huesca bien armado, superior naturalmente en edad y, sobre todo, en oficio. Va a ser un coco en Segunda B, sin duda. Guarda la pausa de la bota izquierda de Camacho y ofrece seriedad atrás, alternativas en las bandas con guerreros como Chus Sosa y Cabezas, y talento arriba, con Guillem Martí siempre perfilado para el gol.

Entendido así el partido, se puede adivinar que el Zaragoza sufrió cuando el Huesca metió una marcha más. Se salvó por la falta de puntería y porque tocó el comienzo del carrusel de cambios cuando el riego ya no le llegaba a la cabeza. Ni a las piernas. En ese tramo, con el 3-1 en el marcador, el equipo de Víctor fue capaz de levantar la cabeza y apurar el partido. Álamo hizo el 3-2 de penalti (el 1-1 lo había hecho Porcar) y la emoción se estiró hasta el descuento, cuando Pedro, el primer y único, puso madurez al ataque y Kilian rozó un empate inmerecido.