Cada semana hay una confirmación más. 25.094 abonados e in crescendo. El recibimiento multitudinario al equipo en la jornada inaugural. El club pone a la venta entradas para el primer desplazamiento (Reus) y vuelan. El fervor, la pasión, la exaltación del sentimiento de pertenencia en cota máxima. El Real Zaragoza ahora mismo no es solo una Sociedad Anónima ni un prometedor equipo de fútbol. Es algo que trasciende esas fronteras, un fenómeno social de enorme amplitud y que se ha infiltrado en cada rincón de la ciudad y en miles de corazones.

Las causas de este milagro hay que buscarlas en varias direcciones. En estos seis años en Segunda División, el Real Zaragoza ha ido aumentando progresivamente el número de abonados, de modo más tenue durante cinco temporadas y de manera rotunda en la que acaba de empezar. Como motor de acción han confluido varios factores: el paternalismo, ese no dejar abandonado al hijo en sus momentos de mayor dificultad, y el extraordinario fenómeno de arrastre de la campaña pasada, cerrada sin el ascenso pero con réditos importantes que ahora vemos en toda su extensión y volumen.

Una ilusión desbordada a la que contribuyó aquella brillante segunda vuelta de hace unos meses; la existencia de un proyecto creíble; futbolistas icónicos como Borja, con una capacidad espectacular para empatizar y construir afición; la existencia de las redes sociales, con su efecto multiplicador, su capacidad de convocatoria y su fuerza visual y de llegada precisa hasta el destinatario; el movimiento juvenil que ha nacido alrededor del Real Zaragoza y algunas de las iniciativas del departamento de márketing de la SAD, poniendo el foco en el lugar adecuado. Ahora mismo al fútbol en la ciudad no se va solo a ver un partido. Es la razón para reunirse y para darse homenajes colectivos. Un punto de encuentro de emociones aseguradas. Un fenómeno social genuino en pleno crecimiento.