Confiesa estar «agotada» tras cerca de dos semanas fuera de casa. La concentración previa al Campeonato de Europa y el propio torneo, celebrado el pasado fin de semana en Guadalajara, con la consiguiente dosis de tensión acumulada, le han dejado exhausta «y con muchas ganar de estar en casa». Ayer, casi al mediodía, el tren llegaba al fin a Zaragoza, residencia de una campeona, la karateca zaragozana Raquel Roy, cuya amplia hoja de servicios incluye desde el pasado domingo otra medalla de oro más. En esta ocasión, en kata por equipos y tras derrotar en la final a Italia, verdugo del combinado español el año pasado. «Sinceramente, creo que aún no lo he asimilado. Lo haré cuando me abracen los niños del gimnasio. Es entonces cuando soy consciente de lo logrado. Ahora parece una medalla más porque hemos disputado varios campeonatos seguidos, pero ha sido tremendo. Nos hemos quitado la espina del año pasado», afirma.

Será, pues, el gimnasio Sankukai, en las Delicias -donde también entrena otro aragonés, Babacar Seck, junto a Marcos Martínez, bronce en kumite por equipos- el escenario donde Raquel vuelva a ejercer de espejo dorado para unos niños que la idolatran y que la esperan con los brazos abiertos. «Son lo mejor de todo esto. Los niños te hacen ser consciente de lo que significas para ellos. Su cariño es lo mejor que nos puede pasar», asegura la karateca aragonesa, que admite haber perdido la cuenta de cuántas medallas acumula ya en su poder, entre ellas, campeonato y subcampeonato del Mundo y tres Europeos.

El cambio en el sistema de arbitraje en kata -una disciplina que consiste en la simulación de combate- hizo que el equipo nacional lograra el viernes la clasificación directa para la final con un solo ejercicio y en el que Raquel brilló con especial intensidad. La final contra Italia no tuvo color. «Hicimos el kata que más nos gusta y salió muy bien, sin ninguna imprecisión y con mucho control tanto las patadas y en los elementos de riesgo», expone.

En el ejercicio final imperaba la técnica pero también incluía una simulación entre las componentes del equipo en la que se aplicaban esos movimientos. El resultado final fue inapelable. «Nos abrazamos entre nosotras, luego con el equipo masculino de kata -también campeón-, los entrenadores y después dimos las gracias a la grada, que se volcó con nosotros», recuerda.

A sus 20 años, Raquel no tendrá mucho tiempo para saborear el éxito. En un par de semanas disputará en Rabat una prueba del circuito mundial. Hasta entonces descansará y se centrará en la carrera de Ingeniería Informática. «Pero es difícil compaginar las dos cosas. Cuesta mucho», confiesa. Y seguirá peleando para que el kárate sea disciplina olímpica, pese a haber sido excluida para París 2024. «No tiramos la toalla. Lucharemos hasta el final», promete.