Cuando era más joven soñaba con ser entrenadora de baloncesto, después llegó la vocación docente y, más tarde, la formación en psicología deportiva. De esta forma Ana Mermejo busca convertirse en una formadora integral, trascendiendo la educación y el deporte como herramientas individuales y aunando todos los factores que intervienen a la hora de preparar a los jóvenes para la vida adulta. Desde el 2006 está en el Basket Zaragoza (con un paréntesis entre el 2009 y el 2012), donde ha realizado todo tipo de labores con las escuelas, como ayudante en un cuerpo técnico y, ahora, como delegada en el equipo júnior.

Como también es profesora y jefa de estudios de primaria en Escolapios, este año ha preferido centrarse en la labor de delegada aunque con unas atribuciones especiales. «Este año le queríamos dar más peso a la labor de acompañamiento del jugador, por eso hemos empezado con las charlas a las familias, de nutrición, de educación, de comportamiento, de acompañamiento a los jugadores que puedan verse más agobiados, de uso de redes sociales», explica.

Para Ana Mermejo el deporte es una parte indisoluble de su vida. «El deporte para mí ha estado presente siempre. Tengo una familia con padres y hermanos muy futboleros y desde siempre ha estado en casa. Y para mí es algo vital dentro de mi ocio y de mi trabajo. Enseguida vi que me quería dedicar a esto. Jugué siempre a baloncesto en el colegio y a los quince años empecé a llevar a niños pequeñitos y ya no lo he dejado». Después hizo Magisterio de Educación Física, INEF y se especializó en Psicología deportiva. «De pequeña, cuando era jugadora lo vivía mucho más a nivel de competición, era de las que me costaba gestionar según qué cosas, pero conforme me he ido formando y me he preocupado por ayudar a gestionar a los demás me he dado cuenta de relativizar todo lo que conlleva el deporte porque llega un momento en que nos volvemos locos. El deporte no tiene que ser un fin sino un medio para disfrutar», argumenta.

Sostiene también que el deporte en sí mismo no es educativo, sino que son las personas del deporte las que lo pueden convertir en una poderosa herramienta para la formación. «Es verdad que decimos que es educativo pero me gusta remarcar que son las personas que están en el deporte las que lo pueden hacer educativo. Por desgracia hay experiencias que nos muestran todo lo contrario, desde comportamientos desde la grada y exigencias máximas a jóvenes que al final acaban dejándolo, expectativas que se lanzan a chavales y cuando no llegan incluso hay depresiones... El deporte es una herramienta que nos ayuda a educar. Muy potente porque tiene un disfrute y te da una cantidad de emociones que engancha. Pero también puede ser peligroso», advierte.

Por eso a ella le gusta trabajar todas esas cuestiones. Su función de delegada le permite estar cerca del jugador y de los entrenadores, de las familias y de cualquiera del entorno que necesite su ayuda. «Algo que me preocupa son las expectativas que muchas veces se pueden hacer los jugadores en ciertas categorías. La ilusión con la que entran en un club de cantera es muy grande y los jugadores, los papás, ya se ven debutando en el pabellón Príncipe Felipe. Pero llegan muy poquitos. Hace años que no pasaba lo de este año. Me preocupa que sepamos cuidar muy bien esas expectativas y les enviemos los mensajes correctos. Que no les rompamos la ilusión pero que sí seamos coherentes con ellos y los mensajes que les mandamos», explica.