Los primeros recuerdos que tiene del mundo del balonmano Fernando de Andrés se remontan a su infancia en Villarquemado y Herrera de los Navarros, el pueblo donde trabajaba de médico su padre. "Con cuatro años jugaba en la era, poniendo dos piedras como porterías. Era muy movido y me gustaba tirar piedras al río y coger ranas". Se quedó prendado de la manera de jugar al balonmano de su hermano Alfonso Carlos. "Desde que tengo uso de razón he visto jugar a este deporte", afirma.

Este zaragozano es un producto de la cantera de Maristas. "A los ocho años comencé a jugar de forma reglada en este colegio. Allí inventaron el mini balonmano. En Maristas también jugué a básquet, al fútbol y hacía atletismo". De Andrés era un hombre que estaba dotado por genética para destacar en cualquier deporte.

Con los años se marchó a estudiar a Tolosa. "Me ficharon del equipo Eguía de San Sebastián. En tres años ascendimos a la División de Honor", recuerda.

Con 18 años debutó en la selección española. "Se interesó por mí el Atlético de Madrid y me fichó". Con los colchoneros estuvo dos temporadas y después pasó sus mejores años en el Barcelona, donde fue olímpico en Múnich en el 72. "La experiencia en los Juegos fue dual. Era la primera vez que España se clasificaba para unos Juegos modernos. Pero deportivamente fue un desastre, puesto que estrenando unas zapatillas de balonmano me lesioné y me hice una luxación en un hueso del pie". Solo jugó la mitad de los partidos que tenía previstos. "Estuve cojo por allí como un alma en pena", recuerda. España, que era entrenada por Domingo Bárcenas y Antonio Roncero, terminó la decimoquinta.

Con el Barcelona y el Atlético Madrid ganó cuatro Copas y dos Ligas. Jugó en todos los puestos, pero se hizo famoso por sus cabalgadas por el extremo derecho. Le llamaban el tigre por su casta y velocidad. "Me puso ese mote el seleccionador del equipo rumano", apunta. Se retiró a los 30 años.

Han cambiado mucho los fundamentos del balonmano de los setenta a los del siglo XXI. "Antes había jugadores en países de Este que tenían más recursos técnicos que ahora. Pero no tenían la potencia que se utiliza hoy en día. Se ha mejorado la fuerza y la resistencia, pero se ha limitado la técnica". En cuanto a la defensa, "se ha endurecido mucho y el espectáculo se limita a lo que permiten los árbitros".

Profesor y entrenador

Fernando de Andrés vive ahora en una casa de campo en Siétamo, lejos del bullicio de la capital del Altoaragón. Allí busca calidad de vida. "Los pueblos siempre me han gustado por la libertad que tienen y por estar en contacto con la naturaleza para pasear y salir en bicicleta", explica el zaragozano.

Siétamo tiene secretos escondidos en sus entrañas y es un pueblo interesante. "Aquí están las ruinas del castillo del Conde de Aranda. Además, estuvieron los romanos con la Séptima Legión. De ahí le viene el nombre a la localidad". A De Andrés le encanta la historia. "El conocer nuestro pasado nos hace saber quienes somos", afirma.

De Andrés tiene ahora 55 años y enseña balonmano en el INEF de Lérida. "Si hay opciones de jugar, juego un poquito. Según pasan los años, el balonmano se hace más duro puesto que el contacto es constante. A partir de cierta edad, ya no se puede andar con bromas", explica el aragonés. También juega a bádminton. "En dobles puedes tener setenta años y seguir jugando", dice.

El aragonés también entrena en la actualidad a un equipo de Segunda B de Huesca, el Inter Sport Jorri. Este año el Balonmano Huesca estará en la División de Honor B. "Fui hace años entrenador, lo dejé más por circunstancias filosóficas que deportivas. No compartía en su momento sus ideas. El Jorri es filial del Balonmano Huesca", dice De Andrés.

La familia de Fernando de Andrés siempre ha tenido el deporte como un aspecto fundamental de su vida. "Somos siete hermanos de los que dos murieron. Todos hemos hecho deporte". La afición ha pasado de padres a hijos. "Tenemos un abuelo que fue olímpico en Amberes y era un gran tirador con pistola. Mi padre formó parte del Iberia de fútbol, el origen del Real Zaragoza, y también hacía gimnasia". El más conocido fue Alfonso Carlos de Andrés, olímpico con la jabalina en Roma.