Todo iba bien hasta el minuto 49. El Huesca tenía el partido y al rival justo donde quería. Incluso había conseguido ponerse por delante en el marcador y desquiciar a un equipo y a un entrenador imperturbables. El Getafe no podía con un equipo aragonés sólido y capaz. Pero entonces todo cambió. Un error de Ferreiro acabó con el balón en Jorge Molina, en posición muy dudosa, y después en Jaime Mata, cuyo disparo, previo golpeo en Etxeita, se fue directo a las mallas. El VAR concedió el tanto que significaba la igualada y el partido cambió. El Huesca ya no volvió a ser el mismo y el Getafe creció hasta culminar después la remontada en otra decisión polémica que precisó de la intervención del videoarbitraje, herramienta maldita ayer para el Huesca.

La derrota duele no por inesperada, sino porque el primer periodo del Huesca fue brillante. Nada que ver con un derroche de estética, fútbol de quilates y festival de toques o llegada. Ni hablar. No se ganaba ayer así en Getafe. El recital fue de pragmatismo. Bien ordenado atrás, con las líneas muy juntas y derrochando solidaridad, el equipo oscense ahogó a un Getafe que solo llegaba a las inmediaciones de Santamaría a través de saques de esquina. Y casi todos elllos fueron bien defendidos, salvo el que acabó con un cabezazo de Cabrera que salvó el meta azulgrana con una buena intervención.

Pero eso ocurrió poco antes de la media hora. Previamente, el Getafe apenas había inquietado a una zaga en la que Musto no desentonaba como central acompañante de Diéguez y Etxeita. De hecho, la principal amenaza no llegó en forma de ocasión de peligro, sino de amonestación, ya que Galán vio la amarilla a los cinco minutos. Demasiado pronto y demasiado riesgo con Foulquier enfrente.

El Getafe disponía del balón pero no tenía muy claro qué hacer con él. El Huesca, cómodo y seguro, parecía esperar su oportunidad convencido de que llegaría. Y llegó. Fue a diez minutos de la conclusión del primer periodo en una jugada iniciada de forma magistral por Ferreiro, ayer carrilero derecho debido a la ausencia de última hora de Akapo. El gallego controló un balón de forma sublime y habilitó aún mejor a Ávila en la derecha. El argentino galopó hasta cerca de la línea de fondo, levantó la mirada y vio el desmarque de Enric Gallego, que solo tuvo que empujar el balón para que besara la red.

El tanto, que el catalán dedicó a su amigo Gallar, tranquilizó todavía más al Huesca y aumentó la incomodidad de un Getafe desnortado. Bordalás, que ya había advertido en la previa de que el partido iba a ser el más complicado de la temporada para su equipo, fruncía el ceño y se tocaba la barba buscando esa tecla perdida, pero su equipo no daba señales de vida. Estaba probando su propia medicina a manos de un Huesca práctico y eficaz. Una llegada, un gol.

Hasta el descanso no pasó nada. De eso se trataba. El Huesca se dedicó a seguir tirando de pico y pala con el mono bien puesto y sin ahorrar una gota de sudor. Los de Francisco hacían camino. La senda hacia la permanencia.

La reanudación, sin embargo, deparó un espectáculo bien distinto. Todo, dicho está, empezó a los cuatro minutos, con ese error garrafal de Ferreiro y todo lo que vino después. El empate de Mata supuso una inyección extra de autoestima para un Getafe que se adueñó del partido y se impuso a un Huesca que acusó demasiado el golpe.

Francisco recurrió a Gallar y luego a Cucho en busca de velocidad y dinamismo, pero el Getafe no alteró el guion. La entrada al campo de Jorge Molina al descanso por un inédito Ángel lo había cambiado todo. El delantero era un quebradero de cabeza para el trío de centrales del Huesca y su incansable trabajo tenía un claro beneficiado: su compañero en vanguardia. Más liberado, Mata era un serio problema para la zaga aragonesa y para Roberto, que tenía que intervenir con acierto a disparos de Antunes y Maksimovic. Pero el empuje de los azulones era constante.

Todo lo que el Huesca había hecho bien en la primera parte amenazaba con irse por el sumidero. Sobre todo, los de Francisco, que acabó expulsado, habían sido capaces de no cometer errores ante un rival que castiga con dureza cualquier fallo. Y el Huesca, que ya había cometido uno grave, volvió a hacerlo. Esta vez fue Galán el que hizo un claro e inocente penalti sobre Djené que Mata, quién si no, no desperdició. Quebaba un cuarto de hora, pero al Huesca apenas le restaba fe.

Además, el VAR no quiso castigar con penalti un agarrón de Arambarri a Musto en una de las pocas llegadas de un Huesca que aún pudo salir peor parado si los disparos de Hugo y de Molina no hubiesen sido repelidos por el travesaño. La suerte estaba echada. Quizá Mata fue el verdugo pero el Huesca le sirvió su propia cabeza en bandeja.