Idiakez sí, Idiakez no. En esas está la ciudad, el zaragocismo, el debate futbolístico y, lo más importante, el propio Real Zaragoza. En ese punto crucial llega el entrenador al decisivo partido de esta tarde contra el Tenerife después de un primer mes de competición tremendamente esperanzador y tras unas últimas semanas muy preocupantes por la serie de malos resultados encadenados y por la pérdida absoluta de norte, de identidad y de juego.

Idiakez se juega el puesto con el grupo hecho trizas, sin Álvaro, Gual ni Papu. Eso le ha perseguido desde su primera semana de trabajo: las lesiones han sido una constante. Lo son ahora y lo fueron cuando el equipo transmitía sensaciones estupendas. Al inicio, el técnico se sobrepuso a las ausencias de modo magnífico, casi sorprendente. Para seguir entrenando al Zaragoza lo tendrá que volver a hacer.

La victoria es la vía de escape de Idiakez. Ganar hoy, ganar en una semana. Seguir ganando. Mejorar las señales y, ante todo, lograr buenos resultados. Los triunfos. Es su única tabla de salvación, toda vez que una tupida niebla de desconfianza en su figura revolotea por donde se toman las decisiones.