Delante de su propia calavera. Mirando melancólico el horizonte negro, preguntándose el sentido de su propia existencia, arrinconado contra la pared de las urgencias… esa sería la pinta del Huesca en modo drama shakesperiano. A un Hamlet calzado en botas con tacos se le cruza delante de su huida en LaLiga una duda existencial. Ser o no ser en la Copa, esa es la cuestión. No será ni en Dinamarca, ni con Edipo haciendo de árbitro, será en un escenario con solera de corrala como San Mamés y con otro rival, el Athletic de Bilbao, con mismas comeduras de cabeza y más exigencias históricas, con su entrenador balanceándose en el alambre de la destitución.

La Copa del Rey se presenta bipolar ante un Huesca de Francisco sumido en la incógnita de no saber muy bien si la visita de este fantasma es un lastre en sus penurias de cada fin de semana o un postre en una temporada de fiesta. De lo que pase esta noche (20.45) se definirá parte de un lío pardo que hasta el Alcoraz en mitad del puente de la Constitución no tendrá respuesta definitiva. Con las angustias de tener ojo y medio enfocando a la trascendente visita a Balaídos del sábado, no resulta fácil caer en la tentación de querer liarla pese a salir desde la rampa de la cuarta ronda, una ocasión histórica (nunca se han jugado los octavos) que viene como regalo en la tarjeta del ascenso.

No dejarse llevar por la locura. No hacer como Hamlet. Porque esa cordura en este caso es tomarse la eliminatoria que hoy empieza como una prueba para reafirmar las sensaciones y aprovechar para recuperar la victoria que se acarició hace tres meses en la Liga, con una remontada que reclamó halagos y aplausos. Ganar es una obsesión para un Huesca que no sabe qué es eso desde agosto. «Recuperar la moral», como dijo esta semana Etxeita, que no volverá a su cuna vestido de azulgrana al caerse de la convocatoria. Pero la victoria, un bálsamo revitalizante para este equipo, no debe ser nunca el único objetivo, si se toma la competición en serio, que le quepa entre ceja y ceja al tener la bola extra del segundo partido en casa.

Francisco podría utilizar este partido en San Mamés como un banco de pruebas para jugadores que siguen en un segundo plano e incluso para redimir los castigos que Semedo y Longo sufrieron en la convocatoria del Levante, obligados a chupar grada por su falta de implicación. Dejarles jugar sería una alternativa para saber si el jarabe de palo ha tenido buenos resultados y si ni aparecen se acercarán a la puerta de salida en el mercado invernal.

Hacer rodar a Christian Rivera, algo castigado físicamente y ausente esta semana de la sesión del lunes por motivos personales, sería otra de las vías que permitiría este extra que entrega el calendario en mitad de la tormenta. Werner, Brezancic, Insúa, Aguilera, Sastre, Camacho, Gürler y Chimy Ávila... Dar minutos a los que tienen menos minutos, aunque se pierda algo de ritmo.

El partido se juega hoy tras atrasarse por imposibilidad de jugarse en su momento al estar ocupado el estadio por un concierto de Muse. Esto hace que ambos equipos se citen en la Copa con famélicas trayectorias y encajonados en la zona de descenso a Segunda, aunque con cuatro puntos como ventaja para los vascos. Llegan a este cruce de caminos con un nuevo empate en la pasada jornada con el VAR como huella. El silbato misterioso que evitó el primer triunfo en el Alcoraz en el segundo tanto del Levante y un clamoroso penalti sobre el Getafe que no se quiso rearbitrar para avalar el punto de los bilbaínos.

Una sola victoria en LaLiga para ambos, igualados en la visita de los altoaragoneses a San Mamés (2-2) con goles de Miramón y Chimy Ávila, muchas son las coincidencias, salvo una trascendental. El futuro de Eduardo Berizzo, que no podrá contar con los lesionados Mikel Rico, Raúl García y Mikel Balenziaga, está hoy en juego. La credibilidad del técnico argentino está en tela de juicio tras no conseguir hilvanar el juego que sí supo expresar en el Celta. Los malos resultados podrían condenar al preparador de un club en silencio. Los jugadores del Athletic no hacen declaraciones desde hace dos semanas, aunque han mostrado su apoyo a la figura de Berizzo. En sus botas puede estar su continuidad y el Huesca puede ser el juez que dicte su sentencia. Una condena intrascendente para un equipo, el azulgrana, con la mochila llena de preocupaciones y una sola misión: ganar.