El partido empezó y acabó en Luis García, en su acierto, en dos goles que dan vida al Zaragoza, que necesitaba ganar al Espanyol y lo hizo, que debía mejorar y avanzó en su fútbol, que tenía que mostrarse en ataque y que enseñó armas. El equipo mostró dos caras, una primera parte de superioridad y una segunda llena de miedos para conservar un tesoro que amagó por marcharse y que se quedó por la puntería de Luis. El ariete fue inmisericorde con unos rivales que hasta hace muy poco le tenían como capitán y cerró el pleito con un certero disparo cuando el zaragocismo se aprestaba a digerir con gesto amargo el empate.

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La victoria es oro puro para este Zaragoza, ahora undécimo, y los caminos que llevaron a ella son secundarios. Es positivo que el equipo mostrara mejor faz que en Vallecas --no era difícil--, que jugara algo al fútbol y que decidiera mirar al portero visitante. Esos valores se juntaron en la primera parte y en el arreón final, pero en el medio al Zaragoza le aparecieron los fantasmas, la escasez de fútbol y la debilidad de carácter, lo que pudo costarle carísimo ante un rival al que las salidas en este verano le han mermado mucho. No le penalizó, porque Luis venció al miedo tras errar un penalti que quizá nunca debió tirar. Si alguien conoce bien cómo los lanza es un portero del Espanyol. Cristian Álvarez se lo rechazó, pero no pudo con ese disparo tras dejada de Braulio que trajo el éxtasis a La Romareda, que no tardará tanto en ver ganar a los suyos como hace un año, donde esperó 10 jornadas.

Es un buen presagio, como lo es también la mejoría global, la sensación de que si el Zaragoza va a por el partido tiene más armas que el curso pasado, aunque le falten muchos pasos como bloque. El partido enseñó la llegada de Luis García, pero también puso el foco sobre Lafita, voluntarioso y decidido, o Ruben Micael, que asumió su papel al timón y que llegó con peligro. Esa sociedad anuncia réditos. Además, hay central en Mateos, a Postiga le falta gol, pero no fútbol y Roberto volvió a lucir alguna buena parada. El Zaragoza, sin embargo, tiene un serio problema en sus laterales y Aguirre se lo ha creado en el medio, donde la pérdida es doble: Meira no da todo lo que debe como pivote y Leo está fuera de una posición de stopper donde su campaña el año pasado fue excelsa. El técnico debe recordarlo, él estaba en el banquillo.

El Vasco, como anunció, apostó por los mismos que en Vallecas, pero esta vez les pidió que jugaran al fútbol. Le hicieron caso y el Zaragoza debió llegar al descanso con ventaja. Lo logró en una buena acción de Lafita, que envió Luis García de cabeza a la red, aunque Cristian, mal situado, ayudara. El Espanyol fue inferior hasta el descanso, amordazado por la buena presión del equipo de Aguirre, que adelantó líneas y que llegó con cierta fluidez. Micael falló un gol cantado tras un disparo de Postiga y el rival solo enseñó los dientes por medio de un Sergio García silbado toda la tarde y con fútbol a toneladas, algo que sabemos. El ariete no acertó ante Roberto y puso un balón a Javi Márquez, con Paredes pensando en otra cosa, que el centrocampista mandó al limbo.

CLARO CAMBIO Pochettino se fue a por el partido en la reanudación. Con Weiss y con Pandiani mandó una clara consigna y el Zaragoza, temeroso, angustiado por perder lo que creía tener, reculó e hizo el resto. Aguirre sacó del campo a Ponzio. Mala decisión. El técnico, que no estuvo certero con los cambios, apostó por un 4-2-3-1 con Luis en la mediapunta. El Zaragoza empeoró y el Espanyol, comandado por Sergio García, bien secundado por Weiss y Thievy, fue a más. A Da Silva, a Paredes y a Juárez se les vieron las carencias y Meira bajó. No era difícil imaginar el empate. Roberto apareció, pero le sorprendió un gol absurdo, un centro de Javi López donde la zaga se paralizó y Sergio García no remató.

Solo con el empate despertó el Zaragoza, que sacó fuerzas y rabia. A Postiga se le anuló un gol, Barrera rozó otro en una contra y el árbitro concedió un penalti por derribo de Javi López a Lafita. Ahí debía estar la victoria, pero Luis no acertó. El fútbol, sin embargo, le dio una reválida al asturiano, que no dudó en fulminar a su exequipo para que el Zaragoza ganara la batalla al miedo con tres puntos vitales que cierran la herida que el Madrid abrió en el debut de Liga en La Romareda.