El Real Madrid exhibió una ligera mejoría en su juego y ganó con lo justo posiblemente a la peor versión del Valencia de los últimos años, que sin duda demostró ser más solvente con Aimar en el campo. No estuvo sólido el Valencia con Sissoko y Di Vaio de titulares, y desde luego mejoró su nivel en el segundo tramo con Aimar entre líneas, pisando el área, y con Mista arriba, metiendo el miedo. El Madrid ganó con agonía, pues en la recta final, Mista y Aimar buscaron el empate.

El equipo blanco borró del mapa al Valencia en los primeros veinte minutos. En este tramo se vio al mejor Madrid del año y posiblemente al Valencia más desconocido de este curso en la Liga. Ranieri tiró de trivote con Albelda, Baraja y Sissoko. Pero por allí tanto Guti como Zidane tomaban el mando de las operaciones.

El Real Madrid leyó bien el partido. Especialmente Raúl. Una vez más, fue donante de sangre como suele decir Luis Aragonés. Volvió a ser jugador de empresa, se echó a la izquierda, a pelear como en los tiempos de Fabio Capello y a dar el último pase de gol, para que Owen pueda ser titular. Raúl, con un par de servicios en profundidad, con dos pases brillantes, casi resuelve el partido a las primeras de cambio. Su primera transición al hueco la mandó Michael Owen a la red a los seis minutos. El segundo pase clave de Raúl, similar al primero, no lo supo certificar Ronaldo en el segundo tanto. Era el minuto 27. Y desde entonces, el Madrid bajó el ritmo y el Valencia fue mejorando. No era difícil por otra parte.

MEJORIA VALENCIANISTA El Valencia no es el mismo de antaño. Mal en la creación, con un partido discreto de Baraja, Claudio Ranieri se dio cuenta de su error y cambió la decoración tras el descanso. Se quedó en el vestuario Sissoko, saltó al césped Aimar y el Valencia dio otra sensación más potable. Di Vaio también anduvo perdido y fue Mista quien avisó de su peligro.

García Remón, como es consciente de que no se puede jugar con una batería de delanteros, dio más consistencia al equipo con Solari. Morientes salió en medio de una ovación de gala. El partido, en plena ida y vuelta, pudo ser igualado por el Valencia en el último suspiro. Cansado el Madrid, Mista y Aimar dieron guerra a una defensa blanca que al final estuvo desconcentrada.