Los mecánicos e ingenieros entrecruzaron sus brazos junto a los de Sabastian Buemi y Fernando Alonso en el box de Toyota durante los últimos minutos de carrera mientras Kazuki Nakajima enfilaba el último tramo de las 24 Horas de Le Mans. En los ojos de muchos japoneses, lágrimas; en sus cabezas, el recuerdo de los 19 intentos fallidos de Toyota por lograr el triunfo; en la mente de Alonso, esa Triple Corona que «ahora me llama aún más» y que ya podía ser suya de no haber roto el motor Honda en las últimas vueltas de las 500 Millas del año pasado. En la cabeza del asturiano, la satisfacción de saber que 22 campeones del mundo de F-1 lo intentaron pero solo tres lograron la victoria en Le Mans.

El último en hacerlo fue Graham Hill, en 1972, el único propietario de esa Triple Corona, que más pronto que tarde acabará en las vitrinas de su museo de Asturias. «Quiero disfrutar de esta sensación increíble cada minuto», dijo al bajarse del podio ante muchas de las 256.000 personas que abarrotaron el circuito de la Sarthe, mientras repartía abrazos por todos los lados.

PALABRA DE JACKY ICKX

«Me alegro mucho por ti, por Le Mans, te lo mereces», le dijo la leyenda Jacky Ickx (seis victorias en la Sarthe) en el podio. Porque no fue una victoria regalada, no hubo órdenes de equipo, no hubo ningún regalo para el VIP. Al contrario, Alonso fue la clave del triunfo. Fue el asturiano quien tuvo que enmendar los errores de sus compañeros. Lo hizo, sobre todo, en un estratosférico relevo nocturno, con las bajas temperaturas para las que había elegido los reglajes del coche, porque llevaba escuchando toda la semana que Le Mans se decide durante la noche.

Con un ritmo devastador enjugó los 96 segundos que Buemi había perdido al ser sancionado con un stop and go por saltarse el límite de velocidad en una zona neutralizada. El nerviosismo de Buemi había dejado el coche número 8 a más de dos minutos de sus grandes rivales, el Toyota de Kamui Kobayashi, José María López y Mike Conway. «En ese momento sí pensé que iba a ser casi imposible porque le di el coche a Fernando con dos minutos y 15 segundos. Pero me fui a dormir y cuando me desperté estábamos algo así como 40 segundos atrás, así que hizo, por supuesto, un trabajo increíble», explicó el suizo, que había acabado su relevo medio grogui, de error en error.

«Cuando me desperté de noche y vi que estábamos a dos minutos, sabía que tenía que hincar los dientes si queríamos meternos en la carrera, porque seguramente no nos dejarían arriesgar en las últimas horas si estábamos a esa distancia», desveló Fernando Alonso. «Entré en una especie de bucle positivo, hasta los doblajes venían bien. Fue una especie de trance», relató el piloto asturiano para explicar ese momento mágico en el que la velocidad fluyó en la noche del bosque de la Sarthe.