La imagen la había visto muchas veces. Pero esta vez le tocó vivirla a él. En el cuarto match ball , Roddick devolvió su servicio contra la red. Fue la apoteósis. Los decibelios de las 27.200 voces que ayer llenaron el estadio de La Cartuja de Sevilla se multiplicaron en un rugido espectacular. Era una caldera gigante en plena ebullición. Por fin, Carlos Moyá pudo sentir la sensación más agradable que nunca hubiese podido imaginar. Ni cuando, un par de horas antes, entró en aquella impresionante pista con miles de manos aplaudiéndole entusiasmadas. Entonces entró dispuesto a jugar el partido de su vida, para no dejar escapar una oportunidad única. Ganar esa Copa Davis que tanto le obsesionaba. Y lo logró. El estadouniense Andy Roddick no pudo impedir que Moyá se ganara un puesto entre los mejores del tenis español y de la Copa Davis.

El mallorquín había perdido los tres duelos anteriores contra el estadounidense pero ayer le derrotó en tres sets por 6-2, 7-6 (7-1) y 7-6 (7-5). No se dejó sorprender. Desde el primer punto saltó preparado para la batalla y seguro de sus opciones. A los cuatro minutos de partido se apuntaba el primer juego rompiendo el servicio de Roddick y se adelantaba 0-4. Era la mejor forma de quitarse los nervios de encima.

MALOS PRESAGIOS Roddick necesitó casi 20 minutos para apuntar su primer juego en el marcador. Mal presagio para el estadounidense. Ayer a Moyá el saque le funcionó de maravilla y eso le dió seguridad. Y con el resto estuvo fino como el mejor tiralíneas (ganó 20). Pero ayer Moyá no sólo tenía a pleno rendimiento esa derecha letal con la que ganó Roland Garros en 1998 y le llevó a ser el número 1 del mundo un año más tarde. Ayer, lo mejor del mallorquín fue el tacto con el que tocaba la bola. Eso volvió loco a Roddick. Moyá jugó con el estadounidense. Una dejada por aquí (ganó 8 de 9), un globo después (logró 5) y para rematar una passing shot cuando intentaba desesperado buscar la bola en la red. Roddick intentaba contrarrestar con el estilo que lo ha hecho grande. El estadounidense le pegaba a la nola lo más fuerte que podía y se empeñaba en acabar los puntos en tres golpes. Eso le permitió tener una pequeña reacción. Logró su primer break tras una hora de lucha (1-3), pero perdió rápido esa ventaja. Dos dobles faltas en el siguiente juego devolvieron la igualdad y le llevaron a jugarse su suerte en un tie break .

Fue el primero de la tarde y no lo resolvió como confiaba. Roddick llegó tocado. Ya le había pasado ante Nadal. El esfuerzo le sirvió de poco. Soplaba como un toro de La Maestranza y se tocaba la gorra desesperado. En ocho puntos echó a perder todo el trabajo. Sólo pudo ganar el primer saque. Después encadenó siete errores seguidos para que Moyá se apuntara el segundo set.

En el palco, los Príncipes de Asturias saltaron por primera vez de los asientos y, con ellos, todo el palco de autoridades, los componentes del equipo español en el banquillo, mientras en las gradas se escuchaba un atronador "¡¡¡Carlos, Carlos, Carlos...!!!". La Cartuja sentía que la Copa Davis estaba ya muy cerca. Y Roddick también. El estadounidense destrozó su raqueta contra la tierra. Estaba sentenciado. Su reto se convertía en un muro cada vez más difícil de saltar. El estadounidense seguía luchando y obligó a Moyá a jugarse el partido en un tie break . Antes había salvado el primer match ball con 5-4 en contra y tras cometer una doble falta (30-40). Fue justo después de recuperarse del susto que supuso la aparición en la pista del impresentable Jimmy Jump. La acción pudo costarle un punto de penalización a España, pero el juez árbitro dejó que la seguridad lo sacara.

Ni eso desestabilizó a Moyá. Ayer nada habría despistado al mallorquín, que se adelantó 6-5 con un juego en blanco. En el tie break Moyá no dejó escapar la oportunidad que tanto había soñado. Los últimos 12 puntos de esa muerte súbita se le hicieron interminables. A él y a los aficionados que cantaban cada error de Roddick. El estadounidense aguantó el tipo hasta el 3-3, pero tras perder el saque ya no pudo evitar el final de fiesta. Moyá se apuntó el último punto (7-5), el que le daba el partido de su vida, el de la eliminatoria y el de la segunda Copa Davis para el tenis español. El resto superó lo que había "soñado una y mil noches".