El Oporto terminó con el sueño más dulce del Mónaco, que murió en la orilla (0-3) después de haber navegado en un crucero de lujo por Europa. Ayer, sin embargo, el descaro y alegría ofensiva del equipo de Didier Deschamps no le valieron para tumbar a un rival pesado, que goleó a su adversario con un juego laborioso y que privó a Fernando Morientes de su cuarta Copa de Europa, tras las tres que ganó con el Madrid. Diecisiete años después del éxito de Futre y Madjer, volvió a coronarse el Oporto. Mucho tiempo en silencio. Quizá por eso, ayer, toda la torcida del Oporto gritó bien alto, gol tras gol, el triunfo de su equipo. De Portugal, el fútbol vecino, que llevaba aparcado en segunda fila mucho tiempo. Ahora, el equipo lsdo peleará con el Valencia en agosto por la Supercopa europea.

El academicismo del equipo de José Mourinho (un exazulgrana) se impuso a la voluntad y a la improvisación del Mónaco de Morientes (un exmadridista). Ante el conjunto portugués de poco vale llevar la iniciativa, hacer el gasto o vivir en el campo del rival, tal como hizo el conjunto del Principado. El equipo rojiblanco se encontró con un rival replegado, que montó un muro defensivo casi imposible de escalar por ningún lado y que tuvo en los contragolpes sus únicos argumentos ofensivos. Otra vez, el valiente sucumbió ante el practicismo. La historia muchas veces repetida.

LESION DE GIULY Ni siquiera la idea del Mónaco de ponerle una velocidad más alta al choque para romper el ritmo tedioso del Oporto dio los resultados esperados. Peor se pusieron las cosas con la lesión de Giuly, el cerebro de su equipo y responsable de la eliminación del Madrid en cuartos de final. A partir de ahí, la tela de araña portuguesa hacía caer una y otra vez en fuera de juego a Morientes y todo el que intentara buscar la espalda a su defensor. En eso, el equipo luso es como un calculadora, que se lo pregunten al Deportivo de Irureta, aunque no exenta de imperfecciones por el riesgo de esa táctica defensiva. Un error del asistente al señalar un fuera de juego inexistente privó a Morientes de un claro mano a mano con Baia.

El asedio del Mónaco se vio cortado de raíz con el tanto de Carlos Alberto, que aprovechó un mal despeje de Rodríguez (m. 39). El partido se le ponía de maravilla a los hombres de Mourinho, grandes especialistas en rentabilizar una ventaja por mínima que sea. Bien que lo hicieron. Con todo, el batallador equipo francés no frenó sus ansias de triunfo y siguió acosando la meta del Oporto. Pero todas las jugadas terminaban engredadas en el sistema defensivo de Maurinho. Sí lo paró en seco el segundo, una obra maestra del contraataque culminada por un jugador pequeño de estatura, pero grande de talento. El internacional Deco batió a Roma por bajo (m. 71) y el Oporto tocó la gloria. Luego, Alenichev puso el 0-3 (m. 75) en pleno delirio de los seguidores portugueses. 17 años habían esperado para elevar la voz. Demasiado tiempo. La celebración merecía la pena.