Se llaman Brigitte Yagüe y Juan Antonio Ramos. Son una pareja capicúa, como Afrodita A y Mazinger Z: llevan saliendo juntos cinco años, cinco meses y cinco días. Serían como cualquier pareja si no fuera porque ambos saben coronarse como campeones del mundo de taekwondo en la categoría de peso mosca. En el CAR de Sant Cugat les llaman la pareja de oro .

Tienen la ventaja de que cuando pierde uno está el hombro del otro para llorar. Y la desventaja de ser del mismo peso. Eso quiere decir que pelean el mismo día a la misma hora, así que suelen enfrentarse solos a ese momento fatídico. Por eso, en los descansos de cada combate, se giran desde sus respectivos tapices y se dan ánimos: "Nos basta una mirada para saber cómo nos está yendo en el combate", dice Brigitte. Pero hay más coincidencias. Los dos se han clasificado para los Juegos y acaban de quedar campeones de Europa.

Ramos tiene la complexión idónea para ser campeón de un peso liviano. Es bajo, enjuto, con una agilidad explosiva y una pegada inusual en un peso mosca. "Estoy segura de que ahora mismo es uno de los competidores más rápidos del mundo", dice Brigitte. "Se nota que es mi novia", afirma humildemente Ramos. Brigitte, en cambio, pertenece a la escuela en la que predomina la serenidad y la reflexión táctica. Peleando, brilla de inteligencia: "En el taekwondo me gusta jugar como en el ajedrez, pensar en la ficha con la que voy a atacar", explica esta mallorquina pizpireta y de belleza angelical, que luce un curioso lunar en el iris, "una marca de fuego que se enciende en el ojo al pelear".

En 1997 Ramos ganó el Campeonato del Mundo derrotando a los temibles taekwondokas asiáticos y al egipcio Tamer Sala, que parece hecho del mismo material de las pirámides. Desde entonces, este valeroso deportista, nacido en Castelldefels, no ha podido revalidar el título al estrellarse contra el hombre de goma, Yen-chu-mu, un rival que ha estudiado sus movimientos al milímetro. "Además de ser un chico muy estudioso, es un competidor con unas cualidades envidiables. Pero, con un poco de suerte, le puedo ganar en Atenas", dice Ramos. "En el taekwondo, el título mundial se quema en tus manos con una facilidad pasmosa", añade Brigitte. Ella lo ha vivido en sus propias carnes. En el último Mundial quedó campeona, pero tres meses después llegó el preolímpico y perdió contra una venezolana por muerte súbita. "De no haber ganado en la repesca de Azerbaiyán, me hubiera quedado fuera de los Juegos. Y eso que soy campeona del mundo", dice Brigitte, guiñando un ojo. ¿Cómo se come? "En el taekwondo, nadie es invencible".

No es un deporte para cuerpos flo-flis . Dicen los expertos que las concentraciones de la selección son muy duras. "Cada concentración la pagas con tu vida --dice Ramos--. Son muy duras. A veces te pillan en un severo régimen y vas sin fuerzas. Hay días en que estás pegando patadas y miras el reloj y te das cuenta de que las manecillas no avanzan. Sudas sangre. Somos como gatos con siete vidas, pero no nos sirve de mucho porque en cada concentración pierdes una vida y llegará el día en que ya no queden más".

Talento y humildad

Con sólo verlos, se intuyen sus cualidades: capacidad de sacrificio, humildad y talento. ¿Por qué no acaban de sentirse lo suficientemente queridos? Serían venerados en lugares como Corea o Irán, donde el taekwondo es el deporte rey.

Pelean porque lo llevan en la sangre, y no por dinero. Creen que la unión hace la fuerza, por eso entrenan juntos: "Los defectos de uno son las virtudes del otro, y juntos nos complementamos", dice Brigitte. Pertenecen a una escuela de luchadores humildes que pueden perder por una decisión arbitral o una mala acción, pero nunca por falta de corazón.