Carlos Pauner progresa sin prisa, pero sin pausa, tras romperse el pasado mes de septiembre la pelvis en el rocódromo de Puerto Venecia. Ahora ya anda pasito a pasito por las calles del centro de Zaragoza. Su caminar es lento y pausado, aunque está tranquilo puesto que la recuperación va más rápido de lo que era de esperar.

El himalayista de Montañeros de Aragón no puede realizar todavía montañismo al más alto nivel, pero no tiene un minuto libre a lo largo de cada jornada. Le tiene absorbido la redacción del libro titulado Catorce sueños cumplidos. Ha sido una buena semana para Carlos puesto que le dieron el alta en el hospital a su padre tras una delicada enfermedad. El lunes realizó tres horas de bicicleta por Torrecilla de Valmadrid, el martes dos de rehabilitación en la Clínica del Pilar y el miércoles se fue de propio a Jaca para subir la Peña Oroel. El jueves comenzó un interesante proyecto auspiciado por el Ayuntamiento de Zaragoza. Se denomina Everest. Último ochomil. Tras la película se llevó a cabo una charla en el Centro Cívico Estación del Norte. Esta experiencia se repetirá otras nueve veces en centros cívicos e institutos zaragozanos. "Hablo de los ochomiles y de cómo los sueños se cumplen cuando se hace con esfuerzo y con tesón. Me dirijo a chavales de 14 a 17 años", afirma el aragonés.

Ya ha quedado muy lejos aquella tremenda caída de Pauner en el rocódromo de Puerto Venecia. Ya han pasado ocho largos meses. Pero Carlos Pauner es un hombre decidido y tiene ganas de volver a colgarse de la instalación del centro comercial zaragozano. "Hay que mostrarle la cara al peligro. En la vida no te puedes asustar. Si te asustas, vives con el miedo siempre. Volveré de cabeza para escalar allí, pero tendré cuidado para que no me vuelva a pasar lo mismo. ¡Así es como se recupera la motivación!", afirma convencido el montañero jacetano.

Desventuras

Pauner ha pasado mil desventuras en el Himalaya. Recuerda los tres días perdido en el Kanchenjunga, las costillas rotas en el Shisha Pangma, su principio de edema cerebral en el Lothse... Pero nada parecido con su incidente en Puerto Venecia. "El peor momento fue cuando salí del hospital con la silla de ruedas y me dí cuenta de que tenía que volver a aprender a caminar poquito a poco. Es un proceso que ha sido una lucha como otro ochomil. Para una persona activa ha sido duro. Pero he creído en mis posibilidades y me he focalizado en tirar para adelante. Cuando la mente te lleva, todo se hace mas fácil. La ayuda del doctor Peguero en la Clínica del Pilar ha sido extraordinaria. Él me ha dado mucha fuerza", dice.

En esos momentos tan críticos, Pauner ha recibido el cariño y la ayuda de sus más allegados. "Maite Catalán, mi pareja, ha estado siempre a mi lado y durante meses he estado viviendo en su casa. Salí del hospital inválido y todo el trabajo de apoyo y de valerme en la vida cotidiana lo ha hecho ella. No puedo olvidar a Laura, mi hija y a Fran y Raúl, mis dos grandes amigos". Pero también ha sabido que ha tenido amistades peligrosas de las que no ha recibido apoyo en estos momentos. "Ves gente con la que tenías mucha relación y de pronto han desaparecido porque piensan que ya no eres una persona que les intereses. Esto te da mucho que pensar", afirma.

Su próximo objetivo es ascender las montañas más altas de los siete continentes. Pauner mira con ilusión la ascensión en este verano del Elbruz, el techo del continente europeo con 5.642 metros. "Lo primero que tengo que hacer es seguir entrenando cada vez más intensamente los próximos tres meses. Quiero sentirme bien para estar convencido que puedo ir a esta montaña y vender a las empresas mi proyecto. Me gustaría arrancar de la mano de amigos y de gente de confianza".

Ningún aragonés ha realizado este interesante proyecto. "Arranco tras haber subido el año pasado el Everest, la montaña más complicada de todas. También he ascendido el Kilimanjaro. Las siete cumbres son el hilo conductor para seguir haciendo cumbres en el Himalaya, como intentar el Everest sin oxígeno o un ochomil en invierno o trazar una nueva ruta. Tengo ganas y fuerza".

Los techos del mundo los completan el Monte McKinley en Alaska, el Aconcagua en Argentina, el Monte Vinsón en la Antártida y la Pirámide de Karsten, el techo de Oceanía en Nueva Guinea Papúa. "Esta montaña es complicada logísticamente. La aproximación es por un terreno de barro, de piedras y con tribus beligerantes. Son otro tipo de dificultades. El McKinley está en el paralelo 60, una montaña fría rodedada de glaciares, mientras el Aconcagua es una mole de 7.000 metros. Por último, el Monte Vinsón está en medio de la Antártida. Es un viaje complejo y hay que desplazarse con esquís", concluye Pauner.