Más recuperado después de reponer fuerzas y descansar, Carlos Pauner oscilaba ayer entre la ilusión por intentar hollar la cumbre del Gasherbrum-II (8.035 metros) y la preocupación por otro de sus camaradas. Mientras su fortaleza física le empuja a plantearse otro reto y aguarda con optimismo buenas noticias de la previsión meteorológica, su pensamiento se encuentra a 7.000 metros de altitud, donde, a mediodía de ayer, aún permanecía el navarro Javier Huarte, de 34 años y compañero de cordada.El montañero de Pamplona alcanzó la cima del G-I o Hidden Peak el pasado lunes, un día después que sus compañeros de expedición, por lo que su regreso también soportó un retraso respecto al resto del grupo. "Tiene problemas. Está tocado físicamente y ha sufrido una pequeña caída", explicaba Pauner. "Permanecemos en el campo base bastante inquietos. Estar aquí se ha convertido en un drama. Hemos tenido que enterrar a un compañero y el otro lo está pasándo mal, así que la situación es complicada", afirmaba. El alpinista jacetano tiene la garganta afectada y tose a menudo, unas molestias que le impidieron conciliar un sueño profundo durante la noche. "Si se añade la incertidumbre por el estado de Javier y la tristeza por haber perdido a otro compañero, el ánimo se resiente".A pesar del clima de desolación que invade la tienda de campaña de Pauner, la ambición por conquistar un nuevo ochomil azota su mente. "Lo he pensado y, si el tiempo meteorológico me lo permite, saldré hacia la cima del G-II en solitario. Necesitaría una ventana de dos días de buen tiempo, entre el 30 de julio y el 1 de agosto, ya que el 2 tenemos que abandonar el campo base porque se nos termina el permiso", señalaba el deportista aragonés. "Hoy --por ayer-- el cielo permanece despejado. Hace un poco más de viento que en días anteriores pero todavía luce el sol. Aunque los pronósticos anuncian que va a empeorar", indicaba.UNA GARRA ENVIDIABLE Después de su milagrosa supervivencia en el Kangchenjunga en mayo del año pasado, la envidiable resistencia de Pauner ya no sorprende. "Físicamente me siento fuerte como para atacar el G-II. Es más asequible que el G-I y, aunque las condiciones están siendo muy duras, tengo ganas de intentarlo para justificar tantos días aquí", opinaba. Sin embargo, el himalayista tiene muy claras sus prioridades y antepone su éxito personal y el posterior reconocimiento público a las necesidades que puedan sentir sus compañeros, con los que ha compartido dos meses de penurias e impotencia en el campo base: "La primera actuación reside en intentar recuperar al compañero. En el caso de que no lo localicemos a través de la radio, subiré a buscarlo si hace falta. Lo primordial es que Javier baje y llegue entero junto a nosotros. Luego, con más tranquilidad, esperaré a ver el parte meteorológico, y si para los días 31 y 1 hace buen tiempo, subiré a intentar alcanzar la segunda cima de la expedición", contaba Pauner, que emplea su tiempo en atender llamadas telefónicas para gestionar la repatriación del cuerpo del montañero alicantino José Antón, fallecido el pasado domingo durante el descenso del G-I. "Físicamente me siento fuerte, pero con todo lo que está sucediendo, emocionalmente estoy descentrado", admitía ayer Pauner. "", explicaba el alpinista mientras continúan avanzando las horas en su particular contrarreloj.