Un gol en propia meta de Silvinho y un zapatazo de Assun§ao apuntalaron el sábado la permanencia del Zaragoza en Primera. Sospechando de los vecinos del tercero como si ellos tuvieran la culpa de que el club aragonés haya machacado todo el sistema de fontanería de su casa y resulta que los del piso de arriba no sólo no son malos chicos, sino que además le regalan un sistema de tuberías nuevo. Otra vez, sí, con la ayuda de terceros, como el curso pasado, cuando un gol de Cuéllar al Levante facilitó que se ascendira antes de jugar contra el Albacete. No es sano esto de vivir al límite, de estar casi siempre en permanente duda, de correr riesgos por una mala planificación, por pesadas herencias pasadas y presentes, por congratularse con éxitos pasajeros que alegran mucho el corazón de un hogar con escasa decoración futbolística, pero que empañan una convulsa historia reciente que ha llevado al Zaragoza a ser uno de los habituales en la ruleta rusa de la mesa de la Liga.

No cabe duda de que la salvación, venga como venga, ha supuesto un logro importante, magnífico se puede decir, la enésima oportunidad del destino para que Alfonso Soláns y sus consejeros comprendan que este sinvivir no es fruto de la casualidad, sino de una gestión tan cargada de buenas intenciones como de inmadurez. La exposición conjunta de la Copa del Rey conquistada ante el Madrid y de la permanencia ha sido utilizada ya para amortiguar el sufrimiento y desviar la atención. Dos títulos de Copa y tres clasificaciones para la UEFA en cinco temporadas son un manjar exquisito, pero no ocultan un sabor amargo en el paladar del campeonato doméstico y en el del europeo. Pan para hoy y hambre para mañana por la inconsistencia de los proyectos. Para confirmar esta orografía de accidentes están la hecatombe de Cracovia, el desastre de Ginebra frente al Servette y, por encima de cualquier otra consideración, el descenso a Segunda, un trauma que dejó graves heridas emocionales y económicas que aún no se han cicatrizado, sobre todo las referentes a las de la tesorería, sujeta ahora con los hilos de avales personales e institucionales.

CAPITULOS TRAGICOS La biografía moderna del Zaragoza tiene capítulos espeluznantes cuya recuperación de la memoria no exige esfuerzo y tiene un indudadble beneficio terapéutico para la amnesia premeditada que se pretende instaurar por ley: primero sacamos esto adelante y luego ya hablaremos. Sale adelante el asunto y todo cae en el olvido.

Desde luego saltar de un puente sin cuerda y correr a 200 por hora de frente en dirección contraria carecen de encanto alguno. El siglo XXI está siendo para el Real Zaragoza un continuo paso atrás hasta tal punto que se está familiarizando con la cercanía del abismo y el gusto por la caída al vacío. Estancado y sin progreso, sobrevive por una enorme e incombustible afición que, impulsada por su instinto maternal, corre siempre en su auxilio. Hubo un amago de descenso en la campaña 2000-2001, esquivado en la última jornada con un fraternal empate con el Celta, a quien se le ganó posteriormente la Copa. Un curso después se hizo invitable un eslalon irrefenable hacia el infierno con un equipo deteriorado. El regreso a la Liga de los mejores tuvo mucho que ver con la improvisación: al final fueron los Niños , Cani y Espadas, los que con su frescura y naturalidad impulsaron al Zaragoza hacia un ascenso que llegó a torcerse superado el ecuador de la primera vuelta. Lo inmediato, la salvación sin importar lo que ocurriera ayer en el Calderón en el penúltimo partido, es una nueva y seria advertencia de que el club no sólo debe acudir a clase, sino atender a lo que explican en la pizarra para no acumular más suspensos o lograr un aprobado rapado.

En este periodo de emociones extremas por peligrosas han desfilado cinco entrenadores (Lillo, Costa, Marcos Alonso, Flores y Víctor Muñoz), con una tendencia abusiva a equivocarse en el perfil del técnico elegido y a dejarle, por lo general, una plantilla muy corta de calidad para competir a este nivel. También han sido habituales las visitas al mercado de invierno, otro síntoma

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