No suele viajar con sus hijos. No suele aparecer en ningún sitio. No suele conceder entrevistas. No suele dar su opinión en público. Roser Alentá, secretaria en el departamento de Tráfico de la compañía de transportes Logix Logística Integral, cerquita de su casa de Cervera (Lérida), viaja lo justo, pero está siempre informada de todo lo que hacen sus chicos, Marc y Álex, bien por boca de su esposo Julià Márquez, que ya se dedica por completo a sus vástagos, o por sus hijos, aunque el mayor empieza a sufrir cierta pereza para informarle de todo lo que le ocurre.

Roser Alentá ha vivido un fin de semana apasionante y, tras alcanzar un acuerdo con su empresa para trabajar media jornada, ha pedido un día más de fiesta para poder asistir a la imagen más enternecedora para una madre: ver correr a sus dos hijos, entrenarse, al menos, con la misma moto, ya que el ingeniero japonés Shuhei Nakamoto, jefazo de Honda Racing Corporation (HRC), el departamento de competición de la firma alada, le regaló a su hijo Álex probar la moto de Marc por haber ganado el Mundial de Moto3 para su fábrica. Y allí estuvo Roser, escondida en el box de Repsol-Honda, que visitaba por vez primera.

--¿Cómo son de verdad sus dos chicos?--Ni de verdad, ni de mentira, son unos muchachos la mar de normales, normalísimos. Humanos, sinceros, espontáneos y muy cariñosos, mucho, no solo conmigo, sino con todo el mundo. A veces pienso que una de sus misiones en la vida es hacer feliz a los demás, de verdad.

--¿Siguen siendo como eran de niños, es decir, la competición, la presión, la responsabilidad, no parece haberlos cambiado o ahora son más serios, más responsables?--Son idénticos que entonces. En casa, en su vida familiar, en la relación con su entorno siguen siendo igual y puede que, incluso, mejores, en el sentido de que han asumido que la gente les está observando.

--¿Cómo eran de pequeños? ¿Eran parecidos o eran chicos muy diferentes...?--De pequeños, Marc era más 'cabroncete' que Álex, bastante más. Y lo digo, y espero que todo el mundo lo entienda así, con todo el cariño y amor de madre que le tengo (risas). Marc siempre lloraba, siempre pedía, no comía y Álex eran un auténtico encanto, todo le iba bien. Y ahora, es al revés. En casa, Marc es más de la mamá, cariñoso, y Álex es como más libre, independiente. Pero, cuando están de viaje quien me llama cada día, pase lo que pase, es Álex.

--¿Han crecido mucho los dos?--Déjeme que arregle la respuesta anterior: Marc también me llama, pero, sí, se produce ese pequeño contraste. Y, sí, han crecido mucho. Demasiado. Álex, en casa, pasa más desapercibido para mí y, sin embargo, cuando está en el circuito parece que me encuentra a faltar más que su hermano. Digo, no sé. Siempre tengo su llamadita de 'mami, qué haces; mami, te quiero; mami, te encuentro a faltar...'.

--¿Usted ya veía claro que iban a ser buenísimos, incluso los campeones que ahora son?--No, ni hablar. No es que no lo viera yo, es que eso no lo podía ver nadie. Nunca se puede decir algo así.

--Pero ¿en ningún momento lo intuyó? ¿Ni siquiera cuando los que iban con ellos a las carreras, le decían que eran buenísimos?--No, no, ni siquiera cuando los que sabían de motos me lo decían. Porque a mí solo me preocupaba que fueran felices y, sobre todo, que se divirtiesen con lo que hacían. Ellos jugaban a las motos. Yo sabía que practicaban un deporte que les gustaba muchísimo, que era su pasión, pero no podía intuir que aquella diversión acabase así, en la impresionante foto que viví el domingo en el circuito de Cheste, no. Ni hablar.

--Haciendo muchísimos sacrificios toda la vida.--Muchos, los que fuesen necesarios. Es decir, todos y durante toda la vida. Yo no he ido de vacaciones nunca ni he tenido fines de semana. Todos me los pasaba en la caravana yendo a correr a cualquier minicircuito. Me pasaba los viernes cocinando y metiendo la comida en fiambreras, preparando la ropa y la roulotte. Y el domingo, pues lavaba, limpiaba y arreglaba todo y el lunes, a las ocho iba a la oficina.

--Y a Marc, encima, había que prepararle cada día el batido de frutas para que creciese.--Pues sí, con 11 y 12 años, cada día le preparaba un batido de litro y medio de peras, manzanas, naranjas... y, sí, los médicos dijeron que eso le ayudaba a crecer.

--Siempre ve las carreras sola. ¿Por qué? ¿Pasa nervios?--No, es una costumbre. Lógicamente todo empezó porque ellos se iban con Julià y yo me quedaba en casa. Y, claro, me acostumbré a ver las carreras sola en el salón, tranquila, reposada, concentrada. Y cuando voy al circuito, tampoco me ve nadie. Me voy a sus habitaciones y lo veo allí sola, como si estuviese en casa. Me aíslo y me encuentro más recogida.

--Le ha hecho mucha ilusión el título de Álex, ¿verdad?--Pues sí, mucha, muchísima y me gusta mucho que Marc lo haya valorado tanto como para compararlo con su segundo título o más. Mire, Álex ha sido para muchos el hermano de- y ese comentario siempre me ha dolido, porque no es verdad. Álex solo es el pequeño, pero no corre por ser el hermano de Marc. Corre porque se lo ha ganado con su propio esfuerzo. Alex, el pobre, siempre heredaba, lo que su hermano dejaba: motos, ropa, monos, cascos, botas. Y, ahora, por fin, tiene todo lo suyo. Porque se lo ha currado y se lo ha ganado.

--Y se llevan de maravilla.--Se llevan de maravilla, sí. Siempre se han llevado muy bien. De pequeños se peleaban mucho, sí, como todos los niños, protestaban por todo, que si me ha quitado esto o aquello, pero desde que Marc tenía 12 años y Alex 8, siempre han formado un pack.

--¿Tiene miedo?--A eso, lo siento, pero no te acostumbras nunca. Y, menos, si es por partida doble. Yo no hablaría tanto de miedo como de respeto. Siempre les digo 'hijos, hacéis un trabajo duro, de riesgo, intentad volver a casa enteros, como Dios manda'. Eso sí, les pido que, cuando se caigan, se acuerden de que les estoy viendo por la tele y que me levanten una mano, para que sepa que están bien. Pero tranquila no estás nunca.