Del ayuntamiento tenemos buenas palabras, pero hechos, pocos. El presidente del Zaragoza, Alfonso Soláns, fue muy claro ayer en la Junta General de Accionistas sobre sus reclamaciones al consistorio. En esa asamblea se habló de recalificaciones --de la Ciudad Deportiva, obviamente-- y también de la decisión municipal de remodelar el actual campo del fútbol, una cuestión sobre la que el club aragonés no se ha pronunciado oficialmente, aunque cada vez deja más claro que es partidario de llevar el estadio a las afueras de la ciudad, opción en la que ve muchas más ventajas.

"Recalificar es algo que se hace continuamente dentro del crecimiento de una ciudad", señaló también el dirigente zaragocista a lo largo de la Junta, cuando se le mencionaron por parte de los accionistas los ejemplos del Valencia, que paliará parte de su enorme deuda con una recalificación de unos terrenos de Paterna, su lugar de entrenamiento, o del Espanyol. "Esa recalificación, entre otras cosas, puede ser una manera de ayudar. Lo que está claro es que las entidades deportivas tienen dos activos: los jugadores y el capital inmobiliario y es en el segundo donde un consistorio puede tomar decisiones urbanísticas que beneficien al Zaragoza", afirmó después a este diario.

Esa recalificación permitiría sanear las cuentas del Zaragoza, cuya deuda en estos momentos se sitúa en torno a los 32 millones de euros, de los que 24 se trasladaron a largo plazo mediante el crédito participativo en el que avalaron, a partes iguales de ocho millones, la DGA, el club y el propio Soláns. "Ya he trasladado a los rectores municipales mi preocupación de que necesitamos ayuda tangible, la misma que se ha demostrado en muchos equipos de España. Ellos deben apostar por un club importante", añadió.

LA UBICACION DEL ESTADIO Pero hay otro punto de fricción que amenaza con desatarse muy pronto: la remodelación de la actual Romareda. Reconoció Soláns en la Junta que el Zaragoza "tendrá que dar su opinión sobre esa decisión, algo que todavía no hemos hecho", pero, tanto en su intervención ante los accionistas como después, dejó claro que la postura del club es mucho más partidaria de un campo nuevo en la periferia que de una remodelación, opción elegida por el consistorio.

Y es que el presidente volvió a mostrar su preocupación por los abonados que tengan que perder su sitio en el campo mientras duren las obras, "ya que en los dos años se van a perder plazas, eso segurísimo", pero incidió en otros aspectos. Nombró las recomendaciones de la UEFA sobre el "anillo de seguridad" que rodea el estadio, algo que "en La Romareda es imposible, porque no hay espacio", la tendencia mundial a situar los campos en las afueras, los problemas de tráfico, la cercanía del Miguel Servet... Es decir, que desde el club se ven muchos, demasiados, inconvenientes en la decisión anunciada el 30 de junio por el consistorio y bastantes menos ventajas. "Es verdad que si haces un campo en la periferia tienes el inconveniente del desplazamiento, pero también merece la pena ir al estadio el día entero porque éste sea un centro de ocio", sentenció el máximo accionista de la entidad zaragocista para convertir en una virtud ese problema, teniendo en cuenta que durante la Junta General ya se había insistido en la necesidad de aumentar los ingresos deportivos a través de un estadio moderno.