Noemí no le suelta. Le agarra la mano con fuerza y ternura, juguetea con ella, la acaricia. No le libera aunque sepa que Eduardo no pueda escapar corriendo. "En una semana ya me podré sentar", anuncia Benaque ilusionado. Casi se le fue en ese maldito accidente y por eso ahora nadie, nadie, puede apartar a su novia de la orilla de su cama. Ha estado ahí desde el primer día y hasta el último no se irá.

Son las cinco y media, la hora de la merienda, y la habitación está llena para fastidio de las enfermeras. Pero a Eduardo no le importa, todo lo contrario. Recibe a todos con una sonrisa brillante, de pura vida y un gracias cargado de sinceridad. "Tengo que agradecerle a todos, a todos que vienen. A todos", dice Eduardo, el único de los cuatro heridos del accidente del Rigar que aún está ingresado. "Es el primer día que no dejo nada", anuncia Benaque tras devorar el último trozo de fruta. Es la noticia del día, un pequeño logro gigantesco. "Hace unos días no podía ni moverme. Ahora, sí. Mi gran ilusión es andar, luego correr, luego jugar. Pero sé que tengo que ir poco a poco", explica Eduardo con la mirada de un crío. Es así. Hoy hace 42 días que volvió a nacer.

El intenso sabor de cada día

Esa es la misma edad que hoy cumplen Carlos Osta, Chema Olona y Sergio Lozano. 42 días. Toda una vida. Los tres ya han salido del hospital e intentan regresar poco a poco a la rutina y miran al futuro con una ilusión ejemplar. Por eso a Carlos le costó entrar a la 506, la habitación pálida del Miguel Servet donde reside Eduardo. Pero fue para ver a su amigo y eso puede con todo. Hace pocos días que abandonó el Clínico y volvió a casa. Otra pequeña victoria en un largo camino de rehabilitación. Tiene el cuello anclado a un collarín y sus finas manos de fisio embutidas en unos fuertes vendajes. "El lunes me quitaron las grapas y en una semana empiezo la rehabilitación. En estos momentos sólo me planteo retos diarios. Coger un vaso, ir al baño solo... vivir el día a día", dice con sapiencia Carlos Osta.

Carlos y Eduardo hablan y hablan, de los médicos, de los flashes de la memoria, de los que no están, de sus ganas de vivir, de su vuelta al fútbol sala. "Fíjate en mis gemelos. Antes me decían que eran como las de Roberto Carlos y ahora me he quedao chupadillo. Pero quiero volver. Estamos en esta vida para hacer lo que más nos gusta y para mí es el fútbol sala", dice Eduardo.

Esa es la misma obsesión de Sergio Lozano, el Toro , y de Chema Olona, aún más ahora, después de que hace una semana le dieran un último susto. Fue a una revisión médica y le dijeron que si sus cervicales no se corregían tendría que volver al quirófano. "Si me ponían una pieza de titanio ya no podría jugar, pero parece que se ha corregido y no me operarán, espero. Desde hace 13 años estoy en el fútbol sala y no quiero dejarlo. Es mi vida", dice Olona, que convive con un incómoda corsé que inmoviliza su cuello.

En camilla

Los cuatro volverán a verse el domingo en el Príncipe Felipe en el homenaje a Carlos, a Javier y a los dos Víctor. Van a estar allí, como sea. "Quiero verlo lleno, por ellos", dice Olona. "Debe ser un homenaje de todo el deporte, no sólo del fútbol sala. De todos", reivindica Carlos. "Yo quiero ir, pero depende de lo que digan los médicos", lamenta Eduardo. "Tú irás, aunque sea en camilla", le dice Noemí agarrada a su mano y a su corazón. Eduardo sonríe. Allí estará.