-12 títulos de 15 posibles, 93 victorias de 95 en París.

-Es lo que es, un hecho. Ganar 12 Roland Garros es increíble, una de las cosas especiales que han ocurrido en el deporte, estoy muy feliz y agradecido de ser parte de ello, de haberlo vivido. Dicho esto, lo vivo desde el día a día y desde la normalidad.

-Un día después, ya más reposado, ¿cómo asimila su triunfo?

-Desde que terminé la final, entre una cosa y otra, no he parado. Tuve que hacer el control, atender a los medios... Llegué al hotel, me cambié en dos minutos y fui a la cena, que había un montón de gente, y de la cena directo a la cama y aquí estoy, no he tenido tiempo para analizarlo. Estoy muy contento y tengo necesidad y ganas de desconectar un poquito.

-¿Perderse por unos días?

-Perderme no sé. El mar no está en las mejores condiciones, voy a tener que hacer otras cosas.

-¿Tiempo para desconectar?

-No hay mucho tiempo entre Roland Garros y Wimbledon. Será una minidesconexión. Paro unos días para recobrarme mental y físicamente, y luego, a preparar Wimbledon a conciencia.

-Es portada en todos los periódicos. ¿Abrumado?

-No. Lo agradezco. Soy una persona de emociones contenidas, tanto cuando las cosas van muy mal como cuando van muy bien. Y eso me ayuda a soportar las victorias y los elogios, como las derrotas y las críticas.

-En el torneo de Barcelona dijo que tocó fondo.

-Estaba cansado de tener dolor, no solo en el tenis. Me han ocurrido muchas cosas y la mayoría las sabéis, otras no. No ha habido ningún torneo en el que no me haya pasado algo. Uno se cansa de jugar con más antiinflamatorios de la cuenta o con soluciones momentáneas. En Barcelona fue el momento más bajo. A partir de ahí tuve un cambio muy importante. Perdí con Thiem (semifinales), pero fue un buen duelo, pese a la derrota. Fui subiendo escalones, empezando muy de abajo, cada día y cada semana ha sido mejor, un paso hacia adelante que se ha conseguido con una actitud y una voluntad positiva, sin queja, sin lamentos cuando las cosas iban mal.

-Incluso se planteó parar.

-¡No! Cuando hablé de parar me refería a un rato, no a retirarme. Estaba cansado de tener problemas que me han quitado la opción de competir, de entrenarme. A mí me gusta entrenar, me gusta hacer deporte, y estaba cansado de no poder hacerlo por culpa del dolor. Nada más. Cuando eso ocurre más meses de la cuenta, la cabeza tiene un bajón. Mi idea era parar un tiempo no muy largo, para regenerarme.

-¿Eso condiciona su calendario?

-Hace mucho tiempo que condiciona. El año pasado jugué solo nueve torneos, el anterior jugué lo que jugué... La gente se acuerda de mí jugando y jugando... Hace años que eso dejó de existir. Se trata de alargar el máximo mi carrera. Aun así, han ocurrido más problemas de los esperados.

-¿Son comparables estos problemas con lo vivido en el 2005, por su lesión en el pie?

-Es una historia completamente diferente. Yo empezaba, tenía 19 años, y ya era el número 2. Que te digan que quizá no puedes volver a hacer lo que has hecho es un golpe muy duro. Ahora tengo una carrera hecha mucho mejor de lo que hubiéramos soñado. Si tengo momentos bajos es por tener más dolor de la cuenta.

-¿Nos sorprendería saber las resonancias que se hace al año o cuántos tratamientos médicos recibe? Esas cosas que no sabemos.

-Sí, y es mejor que no lo sepáis (sonríe). En el tubo (de resonancia) me he tenido que meter ¡muchísimas! veces en mi carrera, y la verdad es que no me gusta nada. Tampoco repetir todo lo que me pasa porque quedas como un mártir, y yo solo me puedo considerar un afortunado.

-¿Echaría de menos el tenis?

-No. Mi vida sin el tenis también es feliz. El tenis ha sido una parte muy importante de mi vida, pero no es lo único ni lo principal.

-Tiene una imagen ejemplar, pero tendrá defectos...

-Muchos. Si hubiera subido a mi habitación hace una semana los hubiera visto. Soy una persona aplicada, pero no ordenada. Tengo defectos, como todos.

-¿Qué destacaría de su vida fuera del tenis?

-Gente al lado que me ayuda a ser feliz siempre. Amigos de toda la vida, una buena familia y un buen entorno que me llena. Esto es lo más importante. Es la mejor virtud que tengo, gente muy buena a mi alrededor que me ayuda a diario.

-Entre esa gente, Carlos Moyá.

-Aparte de ser mi entrenador, es compañero de hace muchísimos años. No porque mi tío fuera mi entrenador dejaba de verle como mi tío y no porque Carlos sea mi entrenador dejo de verle como mi amigo. Ya no es una relación profesional, es una relación más personal con todos los integrantes del equipo. Hacen de amigos cuando toca y hacen de profesionales cuando me tienen que apretar. Los días que uno está más bajo me tienen que apretar y lo hacen.

-¿Qué le da su entrenador?

-Carlos llegó en un momento que para mí fue aire fresco, introdujimos una forma diferente de entrenar. Es una persona ordenada y me facilita lo que es el día a día, que a estas alturas de la carrera es mucho.

-Del 2005 al 2019 ¿cómo valora su evolución tenística?

-Hay que evolucionar. Las piernas no son las mismas que en el 2005 y hay que suplir cosas que vas dejando por el camino añadiendo otras. A nivel de posición, a nivel de entendimiento del juego... es la única manera de seguir siendo competitivo. Yo en tierra juego también diferente, aunque la esencia básica no la he perdido. Ahora con el revés construyo mucho más, pierdo menos pista, tengo un esquema de juego diferente. En rápida, mi juego ha cambiado.

-¿Lo más difícil de ese cambio?

-No ha habido nada muy difícil. Lo más difícil es mantener la ilusión por mejorar y buscar soluciones a las adversidades.

-¿Siente que nadie puede vencerle en tierra?

-No, este año me han ganado tres veces. Nunca me he sentido invencible. Pero en Roland Garros me he sentido cómodo las dos semanas, me veía bien, preparado. Después, ganar o no ganar es otra cosa, en cualquier momento se puede complicar, pero yo estaba preparado.