Competir en una de las grandes vueltas ciclistas es el sueño de la mayoría de jóvenes que cada día salen a las carreteras españolas para practicar su pasión por las dos ruedas. Tras muchos años de espera y miles de kilómetros en sus piernas, Sergio Samitier (Barbastro, 1995) se sintió afortunado al cumplir un objetivo de siempre, participar en la Vuelta a España.

«En la última etapa estábamos Fer (Barceló), Jorge (Arcas) y yo dirección al Paseo de la Castellana y me di cuenta de hasta dónde habíamos llegado. Hemos disfrutado de haber cumplido nuestro sueño que teníamos desde pequeños», admite el oscense acerca de haber compartido esta primera aventura en la Vuelta a España junto a dos amigos.

Samitier ya descansa merecidamente en su Barbastro natal después de haber experimentado por primera vez una carrera de tres semanas. «Los 21 días te dan para aprender un poco de cada momento y al final de las malas situaciones consigues sacar algo bueno. Es una experiencia muy completa. Echo la vista atrás y parece que la etapa inaugural en Torrevieja fue hace tres años», desmenuza el barbastrense, que ha vivido todo tiempo de situaciones en la ronda española como cuando en Andorra se tuvo que esconder dentro de un garaje por una granizada.

"He aprendido a levantar el pie porque si no es imposible llegar a meta todos los días"

El sufrimiento de los corredores no acaba cuando cruzan la línea de meta porque la realidad del ciclismo profesional va más allá de lo que enseñan las cámaras. «Acabas la etapa tras 200 kilómetros en las piernas y tienes que bajar el puerto otra vez para ir al autobús y pegarte tres horas en la carretera hasta el hotel para volver a pedalear al día siguiente. No llegas a descansar ni cuando has acabado, es un día a día muy duro», señala el oscense.

A pesar de haber superado etapas de más 2.500 metros de desnivel, el oscense admite que el famoso día de los abanicos de Guadalajara fue el momento más difícil de afrontar de toda la ronda. «Fueron los kilómetros más llanos de toda la carrera pero la velocidad que llevaba el pelotón no era normal, parecía que iban subidos en una moto», indica Samitier, que en esa etapa mantuvo una media de 47 kilómetros por hora y llegó con 29 minutos de demora a la línea de meta. Esta Vuelta ha servido para que el aragonés aprendiese a controlar sus propios instintos. «He aprendido a levantar el pie del acelerador porque si no es imposible llegar a meta todos los días. Venía ya advertido del alto ritmo del pelotón y la primera semana me guardé todas las fuerzas para el resto de la competición».

Samitier se ha dado conocer en el panorama internacional como uno de los más atrevidos del pelotón. El barbastrense estuvo inmerso en tres fugas con final en montaña: El Acebo (Asturias), Gredos (Madrid) y Cortals D´Encamp (Andorra). Su día de gloria llegó en tierras asturianas cuando intentó con todas sus fuerzas cruzar en primer lugar la línea de meta e incluso subió en solitario el puerto del Pozo de las Mujeres Muertas. Sin embargo, un arreón de Sepp Kuss a seis kilómetros de coronar el puerto dejó al oscense sin opciones finales de victoria. «Me hubiese gustado estar en alguna escapada que le sacase mucha ventaja al pelotón y así haber podido disputar el triunfo de etapa hasta el final», reconoce el ciclista aragonés, que acabó tercero en la clasificación de la montaña. Samitier ya piensa en un futuro algo incierto ya que el Euskadi está pendiente de conseguir un nuevo patrocinador para la próxima temporada.