José Ignacio Madoz tiene el corazón verde. Este veterano zaragozano lleva vinculado al Stadium Casablanca 59 de sus 75 años de vida. Uno de sus mayores orgullos es haber conocido en persona a Mosen Francisco, el creador del club. «Le conocí cuando era mayor y ya estaba enfermo. Era de estatura baja, delgado y enjuto. Llevaba a todos los jóvenes de Acción Católica. Fue un impulsor de ideas. No sabía nada de deporte, pero era un entusiasta. Pensó en llenar el hueco de los jóvenes». Y fue así como se creó en 1947 el Stadium Casablanca.

El Stadium es la segunda casa de Madoz. «Allí conocí a Concepción, mi esposa, haciendo tenis. Tuvimos un largo noviazgo de nueve años. Mis tres hijas jugaron en el club a tenis y baloncesto y mis seis nietos también son socios del club», reconoce Madoz. Su primera responsabilidad en el Stadium fue la de delegado de la sección de tenis. En su larga trayectoria llegó a ser vicepresidente en los mandatos de Emilio Lasala, José María Hernández y Eduardo Lastrada. Formó parte de la junta directiva durante 41 años hasta que se jubiló en el 2006. Fue Delegado de Deportes y presidente de la Agrupación Deportiva. «Llevaba la relación con todo el deporte federado», explica este amante del deporte, buen conversador y con memoria de elefante.

En el 2005 llegó la máxima explosión del club con 22.000 socios. Fue entonces cuando se inauguró el pabellón cubierto. «Fui el impulsor de la idea. Fue una obra muy importante, un empujón tremendo para el club y en Aragón fue la instalación número uno. En ella está la primera piscina cubierta de 50 metros en la región», confiesa. Pese a su edad, está en plena forma y sigue vinculado con el club de toda su vida. «Los miércoles y los fines de semana salimos del club la peña de Los Podencos para hacer bici. Me refugio más en los de mi edad», afirma Madoz.

En su niñez jugó a fútbol en el colegio de Jesuitas. Después estudió la carrera de Comercio y conoció a Alfonso Pina. Este le introdujo en el Stadium cuando tenía 16 años. «Recuerdo que había cuatro pistas de tenis, dos campos de fútbol, una piscina olímpica con trampolín de diez metros, vestuarios y se estaba terminando la ermita», apunta.

Su vida la ha dedicado a su familia, a su trabajo como director comercial de una firma de confección y al Stadium. De fuertes convicciones católicas, está orgulloso que siga permaneciendo en la entidad el ideario de siempre. «La filosofía no ha cambiado nada. El club siempre ha sido muy familiar. Mira lo mejor para el socio y el deporte amateur. Hemos apoyado siempre al deporte sin pasarnos en los presupuestos», dice.

Aunque el Stadium se ha tenido que adaptar a los tiempos nuevos. «La gente va a las instalaciones el fin de semana y entre semana hace el deporte cuando le viene bien. Antes, como no teníamos nada que hacer, íbamos cuatro horas antes y nos marchábamos seis horas después. Como el Stadium siempre ha hecho lo que necesitaba el socio, puso sala de cartas, televisión, biblioteca y bar cuando escaseaban en Zaragoza», explica echando la vista atrás. Madoz reconoce la labor que siempre han desarrollado los empleados. «Destacaría su dedicación. Venían del campo, siempre han vivido el club y son los promotores de la idea», reconoce.