Fueron casi veinte minutos de zaragocismo en estado puro. De fútbol en vena y de sentimientos a flor de piel. Víctor Fernández domina como nadie la escena y sabe a la perfección qué decir, cómo hacerlo y en qué momento. Su discurso, cautivador y seductor, gira siempre en torno al balón, el arma más mortífera que conoce. A ella se encomienda a partir de ya el Zaragoza, cuya nueva versión asoma ya para emprender la huida del infierno a través del juego, del balón, del fútbol. «El equipo está preparado para dar ya señales de lo que quiero que sea de cara al final de la temporada. Tengo tranquilidad y confianza en el grupo», afirmó ayer el técnico zaragozano en su primera previa de un partido.

En este caso, un duelo esencial para apuntalar el halo de esperanza y vida en el que se ha envuelto el zaragocismo desde su llegada. «Estoy esperanzado porque el equipo ha trabajado muy bien y es de elogiar su actitud completamente receptiva al mensaje. Eso invita al optimismo», expuso Víctor, que admitió haberse encontrado un grupo

«preocupado» como consecuencia de la delicada situación. «Hay que intentar recuperar las buenas sensaciones en los entrenamientos y lo estamos logrando. Les voy a exigir lo que sé que me pueden dar. Lo que yo quiero lo tienen y hay que mostrarlo ya».

Han sido tres días intensos. «Una semana agobiante», según el entrenador, que ha tenido que sintetizar y dosificar la información hacia sus jugadores. «Tenemos muchas ganas de jugar el partido. Queremos la pelota desde el principio y voy a elegir a los jugadores adecuados para ello. Se van a juntar muchos futbolistas con buen pie y eso nos tiene que ayudar a buscar la portería rival. Tenemos que ser inteligentes, no suicidas, y muy agresivos y determinantes cada vez que nos acerquemos al área. Cuanto más agresivos seamos más creceremos», explicó Víctor, «responsabilizado y con un hormigueo en el estómago», en una diáfana declaración de intenciones. Su Zaragoza llevará estampado su sello. El de siempre.

«Los buenos siempre pueden jugar juntos. No me da miedo poner a todos ofensivos porque los buenos tienen que estar siempre en el campo, jueguen donde jueguen, porque se entienden rápidamente», subrayó en referencia a la posibilidad de que Pombo, Álvaro y Gual vuelvan a coincidir sobre el terreno de juego, algo que nunca hicieron de inicio con Alcaraz.

También jugará James, fundamental para el preparador aragonés, que reconoce que el nigeriano «me gusta bastante» porque «cuando un equipo está con muchas dudas y ciertas vulnerabilidades, es muy importante contar con jugadores que sean muy cuidadosos con el balón y que junten al equipo en lugar de dividirlo. Y James te da las dos cosas, además de ser generoso con el esfuerzo. Vamos a tener que mostrar mucha energía en el campo y él la tiene». En cambio, Papu deberá esperar. Su lesión, que le ha mantenido tres meses fuera del equipo, obliga a graduar su acceso al equipo aunque el georgiano también es muy del agrado de Víctor. «Es una buena noticia que ya esté con nosotros. Me gusta este tipo de futbolistas diferenciales, atrevidos, verticales y con velocidad y golpeo. Tiene que ser importante, pero no posee aún capacidad física para soportar un partido completo y está para 20 o 25 minutos».

Para comenzar la huida, Víctor cuenta con la afición, que solo ha visto una victoria esta campaña. «Las temporadas las marcan las trayectorias como local y la nuestra, hasta ahora, ha sido muy pobre. Hay que dar un vuelco absoluto a eso y ser un equipo dominante, agresivo y sin miedo a tener la pelota y a equivocarse. La afición ha cambiado, pero nos llevará en volandas y cuando el corazón del zaragocismo se une gana muchas batallas y La Romareda se convierte en un campo muy jodido para el rival».