Quién le iba a decir a Sonia García que toda su vida estaría vinculada a la natación. Ahora tiene 40 años y con tres hizo un cursillo en El Olivar. «Parece ser que no me gustaba nadar. Le tenía pánico total a la piscina. Era más de correr y llegué a vomitar para no ir», recuerda. Con los años cambió. «Todo fue rodado y a los ocho años pasé al equipo de competición de El Olivar. Íbamos a entrenar al Huevo, a Paraíso y a Agustinos porque no había piscina cubierta en El Olivar», dice.

Llegó a ser nadadora de competición de buen nivel nacional. Tuvo los récords de Aragón de 400, 800 y 1.500 metros y fue finalista con 20 años de los 400 libres en los Campeonatos de España. «Conquisté el bronce en los Nacionales júnior de larga distancia en 5 kilómetros en el río Guadalquivir. Me gustaba ir a los Campeonatos de España. Pero no llegaba con todo. Me fui quitando entrenamiento y al final lo dejé. Estaba desmotivada y pasé de la competición a ser entrenadora», explica Sonia García.

Reconoce que en Aragón es muy complicado compatibilizar los estudios con el deporte de alto rendimiento. «Cuando nadaba no me gustaba estudiar, pero aprobaba. No quería dejar la natación por sacar bienes en el cole. Mis padres nunca me dijeron nada, pero antes suspendías y dejabas de entrenar. Es un error porque no estudias más por quedarte en casa castigada». Ahora practicar deporte es un plus para los niños. «Los padres se dan cuenta que el deporte sirve para centrar a los niños. Antes faltaba un poco de compromiso. Entrenando todos los días hay mejora y si faltas, al día siguiente lo vas a notar. Comienza la desmotivación y al final dejas de nadar».

Hace quince años comenzó a entrenar para la territorial. Y desde hace ocho años es la máxima responsable de la cantera de natación de El Olivar, la más importante en Aragón y cuyos referentes son Luis Domínguez y Ana Muñoz. «Ana fue medallista absoluta el 2018. Eso no pasaba hace quince años en Aragón», indica. A su cargo están 320 nadadores. «Dirijo la sección y tengo la última palabra. A mi cargo están siete entrenadores». También lleva la gestión de la piscina cubierta. «Todo lo que pasa es responsabilidad mía: las quejas de los socios, los desperfectos, inscripciones... Y por la tarde estoy en la piscina con los niños. Los fines de semana estamos pringados mis compañeros y yo con las competiciones de los niños. Pero me gusta», indica.

Siempre fue una mujer muy competitiva. Y lo que más echa en falta es picarse con sus rivales. «Competir y entrenar son dos mundos diferentes. Sabemos lo duro que es este deporte. Por eso lo que más me llena es confeccionar una planificación para un nadador, que haga su trabajo y sacar lo mejor de él». Ahora prepara a las categorías inferiores del club zaragozano. Es perseverante y busca sus objetivos hasta que los consigue. «Este deporte pide trabajo y sacrificio. Como maña soy muy cabezona. Soy muy paciente y puedo aguantar», afirma.

No se siente cansada de llevar toda su vida en la pileta. «No estoy saturada y tengo la mente abierta. Siempre quiero hacer cosas nuevas y ahora tengo unos críos que tienen tantas ganas de aprender que se comerían la piscina. Ver que tus alumnos aprenden es una gran satisfacción. Y aquí estoy muy contenta de trabajar porque me dejan hacer», valora.

En El Olivar el problema es el escaso espacio para entrenar. «El otro día estábamos 19 nadadores por calle y necesitamos una piscina más grande». Es feliz trabajando en El Olivar. «Me gustaría seguir haciendo mi trabajo, que el club crezca y que siga sacando chavales. Tengo ganas de que haya aquí una piscina de 50 metros para que llegue el boom. Eso quiero vivirlo».