Hasta que el cuerpo aguante. Y hasta que disfrute compitiendo. Esa es la frontera que se había impuesto Ruth Beitia en el atletismo y quizá está llegando. La cántabra acabó ayer en una insólita última posición (12ª) su sexta final de altura en sus octavos Mundiales, en la culminación de una temporada en que los achaques se han cebado con su veterano cuerpo de 38 años.

Hombro, cadera, rodilla. El psoas. Todo le ha funcionado mal a la santanderina en una temporada de verano nefasta. «Nunca había estado tanto tiempo lesionada. Han sido cuatro meses horrorosos. Por primera vez llego a un campeonato y no sé qué va a pasar. Llego a ciegas», aseguró Ruth a su llegada a Londres. Tras pasar la calificación el jueves con un tercer intento agónico sobre 1,92, ayer no fue capaz de superar esa altura que, de todas maneras, la habría dejado muy lejos de los puestos de medalla, que se jugaron alrededor de los dos metros: ganó la favorita, la rusa Maria Lasitskene (Kuchina de soltera) con 2,03, por delante de la ucraniana Yulia Levchenko (2,01) y de la polaca Kamila Licwinko (1,99).

En esta ocasión, a Beitia (veterana en 30 finales, ganadora de 15 medallas en grandes campeonatos) le tocó lidiar con una situación a la que no está habituada. Pasó a la primera sobre 1,84 y 1,88, pero se encalló en 1,92 con tres nulos muy claros. «He ido todo el año descompensada, pero aposté por venir, quería estar en la final y tener derecho a soñar», aseguró una llorosa Ruth al final precipitado de su concurso. A mediados de junio pasado decidió dejar de competir para «resetear» el cuerpo y recuperarse de un año 2016 de locura.

Pero el cuerpo parece estar diciéndole basta. Ruth lleva 28 años con pasión por competir y ayer, tras el inesperado último puesto , ya se estaba planteando su futuro. «Estoy triste porque no ha salido como esperaba, pero contenta porque por primera vez tendré vacaciones en agosto», disimuló la saltadora. «¿Retirarme? En caliente no se puede decidir nada», reflexionó la atleta española más laureada.

Sin su medalla, a España ya solo le queda esperar un milagro, en la última jornada, de Adel Mechaal en los 1.500 o de Miguel Ángel López o algún otro marchador en los 20 kilómetros para no irse de vacío.