El 26 de octubre del 2015 se inauguró el centro penitenciario de Augsburg-Gablingen en el estado alemán de Baviera. Se trata de una instalación modélica, avanzada, con tecnología 4.0 y destinada a recibir a un máximo de 690 reclusos. Todos ellos preventivos. Su construcción, sobre el antiguo aeródromo de Gablingen, costó 105 millones de euros. Poco iba a imaginarse por aquel entonces consejero delegado (CEO) de Audi, Rupert Stadler, que el 18 de junio del 2018 pasaría a ser uno de sus huéspedes forzosos.

Es cierto que en esa fecha andaba el sector del automóvil muy revuelto. Apenas un mes atrás, curiosamente otro día 18 pero de septiembre, había estallado el escándalo de la ocultación y manipulación de emisiones por parte del Grupo Volkswagen, conocido como el dieselgate. El presidente del grupo, Martin Winterkorn, se vio obligado a dimitir y el follón no había hecho más que empezar.

Desde entonces, el grupo alemán ha tratado de navegar contra viento y marea, tratando de subsanar una mentira que le está costando cara, muy cara. Más de 11 millones de coches afectados (lo que no quiere decir que sean malos coches, su delito es que les falsearon las cifras de emisiones) y cerca de 26.000 millones de euros en compensaciones. Un precio elevado para acallar una mentira.

Pero volvamos a nuestro hombre: Rupert Stadler. Llevaba ocho años y medio al frente de Audi, la marca de prestigio del consorcio alemán. En su trayectoria destaca el paso por Volkswagen-Audi España, donde ejerció de director comercial entre 1994 y 1997. Stadler siempre ha tenido un discurso claro, sin tapujos. Hace un par de años reconocía a EL PERIÓDICO que «lo de Tesla es un buen ejercicio de márketing, pero cuando todo el mundo tenga coches eléctricos veremos cómo lo hacen». No hay más que ver las últimas noticias sobre Tesla, Musk y sus problemas (incluso judiciales).

Como CEO de Audi era uno de los tres directivos miembros del board del Grupo Volkswagen (junto a Jochem Heizmann y Andreas Renschler) que recibió el impacto del dieselgate y que seguía ejerciendo en el cargo. Una conversación telefónica sobre un empleado de Audi (ex de Porsche) que quería denunciar a su anterior marca por el tema del diésel fue lo que acabó con su carrera de forma preventiva. Un término muy de moda por desgracia.

Stadler fue detenido (es el único miembro del board de 2015 que está en la cárcel) por obstrucción a la justica y por posible destrucción de pruebas. Desde el mes de junio está en el centro de detención preventiva de Augsburg-Gablingen. Solo puede recibir la visita de su esposa Angelika media hora a la semana (o dos horas al mes).

No tiene acceso a teléfono móvil ni a internet, sí puede ir a la biblioteca y usar su propia ropa. No lleva uniforme de recluso. Pero solo puede ver la televisión en el comedor comunitario. Probablemente se le escaparía alguna lágrima viendo en esa tele como el Audi e-Tron, el primer eléctrico 100% de la marca, era presentado en San Francisco esta semana por su sucesor temporal, Bram Schot (así rezaba el cargo en la presentación).

Apeló por dos veces a su encarcelamiento, solicitando la libertad, pero un tribunal de Múnich lo rechazó en ambas ocasiones por considerar que sigue estando bajo sospecha de no haber actuado, pese a conocer la situación, ante la venta de vehículos con motor diésel que empleaban un software que enmascaraba las emisiones de óxidos de nitrógeno. Esta semana, el Consejo de Supervisión del grupo Volkswagen debía determinar el futuro laboral de Stadler. El tema es peliagudo. Todavía no lo han hecho.