El 2014 se nos ha presentado como el año de la recuperación económica. Aún cuesta creerlo así que la opinión general es un tanto conservadora y la mayor parte de nosotros esperaremos al 2015 para creer el pronóstico. Quizá este escepticismo-paciencia sea uno de los buenos hábitos que hemos recuperado merced al debacle económico donde hemos visto caer un castillo de naipes que la mayoría de nosotros no quiere volver a sustentar.

En esta línea están los nuevos emprendedores éticos. Personas como Isabel, una maestra chocolatera de Teruel que ha transformado su pastelería tradicional en una empresa empeñada en fabricar los bombones más innovadores y éticos del mundo.

Isabel es visionaria y tenaz como buena aragonesa, no cesa de buscar la excelencia de su idea/producto. Pese a la gran dificultad de encontrar productores de cacao que palien los problemas sociales y ambientales de las comunidades de las que forman parte, ella los busca con tesón y elige los que mejor cumplen con sus exigencias de calidad y de ética. Es un ejemplo de emprendimiento social. Una más de las 27 empresas que optan por hacer negocio sin perder la ética y que bajo la tutela del Instituto Aragones de Fomento (IAF) forman parte de su programa de Emprendimiento Social.

La Responsabilidad Social no es patrimonio exclusivo de las grandes multinacionales. Son los expertos, los autónomos y las microempresas quienes más verdad pueden aportar a este concepto. A una marca personal, la ética se le supone --como el valor a los toreros-- pero cuando la idea se utiliza como valor añadido o como atributo diferenciador, esa marca se posiciona en un nicho cada vez más atractivo.

Los productos éticos no pueden competir por precio, ya que respetar derechos humanos y medio ambiente suele tener un coste. Pero comprarlos y venderlos no sólo tiene la recompensa del intercambio de un producto o servicio por dinero, sino también la recompensa emocional de saberse hacedeor de ese mundo mejor y posible que reclamaba José Luis Sampedro.