Ser excomulgado no era por entonces asunto baladí (aunque ya había perdido buena parte del peso que tal situación había tenido durante la Edad Media). Significaba que te quedabas fuera de la comunidad de la Iglesia, y en caso de ser noble o incluso monarca el papa daba su permiso y legitimidad para que fueras desposeído de tus títulos y posesiones.

En este caso, la excomunión de Enrique venía porque este, empeñado en casarse con su amante Ana Bolena, había decidido separar la Iglesia de Inglaterra y que esta dejara de obedecer a Roma para convertirse él mismo en el líder de la ahora llamada Iglesia anglicana. Así tendría el camino expedito a lograr su tan ansiado divorcio de su esposa, Catalina de Aragón. De esa manera consumó tanto su divorcio personal como el de la propia Inglaterra con el catolicismo, que salvo un pequeño periodo encarnado en el reinado de María Tudor, ya nunca volverían a unir sus caminos.

Catalina, hija de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, había nacido el 16 de diciembre de 1485 en Alcalá de Henares. Es decir, que a pesar de lo que mucha gente piensa, no era aragonesa aunque evidentemente ha pasado a la historia por llevar el nombre de la casa real de su padre, Fernando el Católico. Eso no es óbice para que no sea una de las figuras históricas que más ha internacionalizado el nombre de Aragón, sobre todo por su triste y a la vez fascinante historia que frecuentemente es llevada a la gran y pequeña pantalla.

Sin embargo, esas producciones cinematográficas se suelen centrar en su etapa final como reina de Inglaterra y sobre todo en los deseos del rey Enrique de divorciarse de ella. Hay alguna excepción, como la serie 'The Spanish Princess', aunque las patadas que esta le mete a la Historia son otro asunto. Pero es verdad que al menos explica esos primeros años de la infanta Catalina en el reino inglés. Una historia que es sin duda fascinante.

Fruto de la política diplomática y matrimonial que pergeñaron los Reyes Católicos para aislar a su gran enemiga en Europa, Francia, sus hijos fueron casados con diferentes casas reales europeas, lo que daría como fruto la creación de la Monarquía Hispánica, el primer imperio de la Edad Moderna. A Catalina le tocó en suerte desposarse con Arturo, hijo de Enrique VII y por entonces Príncipe de Gales.

Las penurias de Catalina

La boda se celebró en el año 1501, pero a los pocos meses el príncipe Arturo falleció, creando además un grave problema. El rey Enrique VII no quería devolver la gran suma de dinero que había recibido como dote junto a su nuera ni el prestigio que se lograba en ese momento de un «casamiento español». De hecho, el monarca propuso desposarse con ella, algo a lo que los Reyes Católicos se negaron en redondo.

Durante varios años Catalina pasó ciertas penurias (teniendo en cuenta las comodidades a las que estaba acostumbrada), ya que Enrique le quitó buena parte de su asignación de manutención para forzar una solución, la cual llegaría siendo prometida con su cuñado, el futuro Enrique VIII.

Durante esos primeros años de Catalina en suelo inglés, se convirtió en la embajadora oficial de las Coronas de Aragón y Castilla en Inglaterra, siendo considerada la primera mujer en la historia de Europa en ostentar oficialmente un cargo así. Y es que Catalina había recibido una educación fuera de lo común en su tiempo incluso para una mujer de su posición. Todavía no solía ser normal que ni tan siquiera las mujeres de la nobleza y la realeza tuvieran una esmerada educación, pero Catalina sí que la recibió, e incluso Erasmo de Rotterdam dejó constancia de su sapiencia. Se esforzó en ser una gran mecenas del arte y del movimiento humanista, que estaba en boga en aquella época.

En 1509 se consumó su segundo matrimonio, en este caso con Enrique VIII y se convirtió en reina consorte de Inglaterra en un periodo turbulento. Y es que en 1513 estalló una de las frecuentes guerras entre ingleses y franceses y el rey marchó a guerrear al continente, asumiendo su esposa Catalina el gobierno del reino como regente. Es en ese momento cuando el rey de Escocia Jacobo IV aprovecha la situación de supuesta debilidad inglesa para atacar la frontera norte.

Catalina ordena como regente la organización de un nuevo ejército para enfrentarse a los escoceses y, en pleno embarazo, marcha con el ejército incluso vestida de pies a cabeza con armadura, acompañando a sus tropas que lograron una aplastante victoria en la Batalla de Flodden Field en la que murió el mismísimo rey Jacobo y buena parte de la flor y nata de la nobleza escocesa. El esfuerzo del viaje acabaría provocando el aborto a Catalina, pero todavía tuvo tiempo para pensar en enviar la casaca ensangrentada del monarca escocés a Francia para dar ánimos a Enrique VIII y sus tropas en su guerra con los franceses.

Desde luego fue esta una etapa difícil y apasionante pero que por desgracia es mucho menos conocida ya que tradicionalmente la historia que se nos cuenta se centra en el proceso de divorcio mostrando en Catalina de Aragón una figura desvalida que ni mucho menos fue así.