Vienen de una tradición circense de más de dos mil años. Llegan de la China rural en la que los campesinos celebraban las cosechas realizando acrobacias con lo que tenían a mano: platos, manteles, sillas, candelabros, tazas... No sacan números de magia ni payasos a escena, pero los signos de humor y la magia cruzan el aire en forma de sombreros voladores, por ejemplo.

Han llegado a Zaragoza desde Bilbao. Llevan tres meses de gira por la Península y les quedan otros tres para regresar a su región, Shandong, la cuna de los acróbatas chinos, la capital de una provincia de 80 millones de habitantes (tantos como Alemania), situada a 400 kilómetros al este de Pekín.

Han venido de gira 50 artistas y con ellos viajan otros 50 trabajadores de montaje reclutados por Europa, en los países donde actuaron el año pasado. China cuenta con 160 grupos de circo profesionales. "En nuestro país, las capacidades físicas son un deber", explican los responsables del Gran Circo Nacional Chino, instalado en La Chimenea (junto al puente de Santiago) hasta el 1 de febrero (hoy, a las 16.00 y 20.00 horas). Anoche Juan Alberto Belloch, alcalde de Zaragoza, asistió a la función de Zensation .

Son las cinco de la tarde del viernes y sobre la pista del circo se mezclan los ensayos de los acróbatas que se cruzan en el vuelo sin chocar, como las golondrinas; las chiquillas hacen bailar a los diábolos como si funcionaran ellos solos. Y también evolucionan los cinco niños elegidos entre cientos en la escuela de circo para trepar por las cintas disfrazados de gatos. Sin el disfraz parecen más pequeños. No suena ninguna música, pero se entrecruzan entre ellos monosílabos metálicos.

HACIA EL TEATRO TOTAL

"No les gusta trabajar en una carpa. En China el circo se hace siempre en los teatros", explica Hubert Breukers, el mánager de la gira. El nuevo circo chino cada vez evoluciona más hacia el teatro total. Unas mujeres que cimbrean unas varas flexibles acompañan las evoluciones suaves de la contorsionista. El número de los platos giratorios es una danza de las flores de loto en una atmósfera que cuando llegue el público se fundirá en verde.

Y así entran en escena luchadores de kung fu mezclados con artistas y unos números permean en otros como en este ensayo. Todos los artistas hacen por la mañana ejercicios en el hotel o en la calle (jogging), tienen horas libres de paseo (buscan los restaurantes chinos para comprar tarjetas telefónicas) y a las 14.00 horas van al circo para comer.

Detrás de la gran pista hay un túnel que lleva a una sala en la que están la cocina y las mesas. Estas quedan despejadas después para el maquillaje. Algunos han trazado con tiza tableros de juego de fichas, como las damas. Hay pequeños ramos de flores como signos de identidad en algunos sitios. Cuatro cocineros preparan las comidas en hornos eléctricos y llenan el ambiente de un aroma agridulce. El director del circo, Gui Zhongshan, juega con un or-

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