El duque de Luna, Javier de Urzaiz y de Azlor, al acoger ayer en su palacio de Villahermosa, en Pedrola a los representantes de la Comisión Aragonesa para el IV Centenario del Quijote, mencionó el episodio del encuentro del caballero andante "con unos ciertos duques que estaban cazando". Tras recordar que varios escritores del XVIII identificaban a esos duques con los Villahermosa, dijo: "Imagínense la sorpresa de esta familia al encontrarse de rondón en una de las novelas más importantes de la historia".

Ese toque de humor (indiscutiblemente fino) del anfitrión colocó la reunión sobre raíles firmes dentro del laberinto del Quijote. Era la forma de cuadrar lo real y lo literario en un mismo marco sin rozar el delirio. No se olvidó el duque de citar la cercana Alcalá de Ebro, aislada (Insula Barataria) en el pasado tantas veces por las avenidas.

En ese palacio del XVI, supuesto escenario de la novela, se había celebrado en 1909 el tercer centenario de la mano de otra duquesa, Carmen de Aragón Azlor, académica de San Luis, que ayer miraba a los visitantes desde el retrato que le hizo Madrazo en el siglo XIX. La consejera, Eva Almunia, refirió la efeméride para señalar que "aquel tercer centenario hizo de este lugar un referente quijotesco (quiso quizá decir cervantino ) para toda España.

UN DON QUIJOTE FELIZ

Y el presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, que presidió la comisión integrada por las instituciones autonómica y provincial, los ayuntamientos de Pedrola, Alcalá de Ebro y Zaragoza, la Universidad, Ibercaja y la CAI, se refirió a la de Villahermosa como "una de las casas más importantes de Aragón", en cuyo palacio se desarrolló "un pasaje muy atractivo, donde Don Quijote se siente feliz con sus visiones".

Nada se salió del marco: José Miguel Labarta, alcalde de Pedrola, se refirió al paso de Cervantes por Pedrola y su estancia en palacio como miembro del séquito del cardenal Acquaviva, de camino hacia Roma en el otoño de 1568. "Contemplaría alguno de los objetos que ahora contemplamos" apostilló Almunia, en tanto que la duquesa consorte reconoció "la labor de Pilar Azlor, mi suegra, que dedicó cinco años a la recuperación de este palacio".

De estilo renacentista y fábrica de ladrillo, con un patio central rectangular, sobre pilastras se asienta la galería de la planta noble, en la que figuran los retratos de todos los titulares del ducado de Villahermosa, otorgado por Juan II de Aragón a su hijo Alonso, hermano bastardo de Fernando el Católico.

Esta galería da a las estancias como la biblioteca, sobre cuya chimenea figura el retrato de Ramón Pignatelli pintado por Goya, el gran salón de estilo francés lleno de luz, la sala de billar, el comedor. Todo el conjunto es severo y equilibrado, aunque el interior adolece de un exceso de mobiliario reunido de otros palacios como el de Madrid (actual sede de la colección Thyssen, o el de Huesca, ahora espacio cultural.

Marcelino Iglesias agradeció la acogida de los duques y se felicitó de que "400 años después vuelven a ser anfitriones del Quijote" y del interés ciudadano por el escenario" . Y recalcó: "Fue el único lugar en toda la novela en el que (el Caballero de la Triste Figura) se sintió feliz".