Antonio Tabucchi publica en España su última novela Tristano muere (Anagrama), un monólogo desencantado en el que el protagonista, enfermo terminal, es un antiguo partisano que luchó por la democracia y en contra del fascismo en su país. Tristano --nombre tomado de un personaje de Leopardi-- relata su vida a un escritor, que es una voz permanentemente muda en la narración. La novela, o lo que sea, adopta la forma de un relato oral, denso, complejo, cargado de capas y significados fragmentarios y confusos, por efecto de la morfina que consume el moribundo.

"Esta novela, al igual que la realidad, funciona como un juego de espejos --revela Tabucchi-- y quiere reafirmar la superioridad de la voz sobre la tradición escrita. Los fundadores de las culturas no dejan testimonio escrito. Cristo no escribió una sola línea".

No se atreve Tabucchi a afirmar en voz alta que su novela es una biografía moral del siglo XX, aunque la imagen de su protagonista devorado por la gangrena un verano del 2000 dé las suficientes pistas como para sospechar que así lo sea: "Si lo digo yo, parecería demasiado soberbio, pero me siento muy satisfecho si el lector es capaz de apreciarlo", aventura. Así que puestos a comparar, a Tabucchi se le ocurre finalmente una imagen menos ambiciosa y equipara su novela con un carnet de identidad, "donde se aprecian las huellas digitales del siglo". Añade que él no pretende ser un policía de la historia: "Sencillamente, recojo los datos y hago que mi personaje los trabaje".

REFLEXIONES

Entre los muchos temas que se entrecruzan en la novela hay una reflexión "de caracter más intuitivo que científico" sobre la historia de Italia que para el autor también es extrapolable a la historia europea y global de los últimos años. El diagnóstico final no es esperanzador, porque Tristano muere no pretende dar respuestas. "Estoy convencido de que una novela no sirve para eso. La literatura no es la Cruz Roja".

Fuera de su libro, el autor de Sostiene Pereira no elude la denuncia. Para el escritor, George Bush es la prueba viviente de que vivimos en una democracia seriamente enferma: "Tener un presidente en el mundo que se dedica a regalar democracia a base de bombas es algo que da que pensar". Y concluye: "La democracia puede perfeccionarse y tenemos la obligación de pensar en ello".