Mucho, muchísimo tiempo hacia que no veíamos sobre un escenario a Claudina y Alberto Gambino. Esta pareja de ilustres trovadores argentinos llegó a España en la primera mitad de los años 70 y con su repertorio de piezas de raíz latinoamericana (fue pionero, además, a la hora de trasladar al español las canciones de Brassens) trajo nuevos aires a la canción popular. Su carrera (y grabaciones) como dúo se prolongó hasta los años 80, y el la década posterior partieron peras profesionales (que no personales): la voz espléndida de Claudina se decantó por la lírica, y Alberto puso su talento al servicio de la producción discográfica y de proyectos como Saharauis. En 2008 registraron para el sello Autor, Corre poeta, corre, pero sus presentaciones públicas han sidoescasísimas.

El sábado, en el Centro Cívico Delicias, el ciclo De la raíz recuperó a esta pareja singular, que ofreció un concierto espléndido, sin lugar para la nostalgia, pese a ofrecer un programa conceptualmente muy similar al que hace años paseaban por los escenarios. Un repertorio de canciones sin tiempo, comprometidas, cuyo sentido tiene hoy la vigencia de antaño, pues ni la poesía con sentido envejece, ni el mundo ha superado la injusticia, la corrupción y la estulticia.

Entre una canción tradicional colombiana con la que abrieron el concierto, y Chove en Santiago, uno de los Seis poemas Galegos de Federico García Lorca, con el que lo cerraron, Claudina y Alberto Gambino trazaron un recorrido sonoro lúcido y emocional, que incluyó la siempre refrescante presencia de Los Titiriteros de Binéfar, con algunos interludios que relajaron el clímax del concierto. Un desarrollo armado con canciones como Tonada de la luna llena, del Venezolano Simón Díaz; Las estatuas, de María Elena Walsh; un par de piezas de Violeta Parra, Cuánto trabajo para una mujer, de Yolanda Restrepo; Una manera de querer, con letra del poeta argentino Eduardo Gudiño; La noche de la iguana; Son de negros en Cuba, de Lorca; una estupenda trilogía argentina con textos de González Tuñón, Mario Benedetti y Héctor Pedro Blomberg (un vals cuya música firmó Enrique Maciel y que cantó en los años 20 el gran Ignacio Corsini); Tener de todo un poco, de Gloria Fuertes; La caza de las mariposas, de Georges Brassens; El tren de los avestruces, de Jorge de la Vega; las muy vigentes Coplas retrógradas, de Chicho Sánchez Ferlosio... En fin, canciones revulsivas, canciones de amor armado, (alguna de ellas contó con la presencia de los zaragozanos el multiinstrumentista Javier García Vega y la violinista Belén Estaje) gozosamente interpretadas, para un mundo cuyo sentido ético no parece haber mejorado con discurrir del tiempo. En 1974 Claudina y Alberto Gambino grabaron el disco Aquí donde nos ven. El sábado volvimos verlos y a escucharlos tan vitales y necesarios como antaño