Parecía que la cosa no iba a despegar, pues había empezado algo renqueante y flojucha. Pero la vitalidad de la senectud, cuando esta se llama Ebo Taylor, es capaz de cualquier cosa. De facturar un concierto notable, por ejemplo. Ebo Taylor, cantante y guitarrista de Ghana, fue una de las estrellas de la primera velada, el viernes, del Slap! Festival, que reunió a cerca de un millar de espectadores. Casi octogenario, Taylor sigue elaborando una vibrante propuesta de highlife, meneo pariente del afrobeat aunque menos sincopado, nacido de la mezcla de ritmos africanos (osisaba, ashiko, dagomba, gombe-) e influencias aportadas por los colonizadores. Con el tiempo el highlife se enriqueció con especias procedentes del jazz y se pasó de las bandas de guitarras a formaciones con una instrumentación mas variada.

En cualquier caso, la guitarra sigue siendo elemento clave en el highlife, y de alguno de sus desarrollos pudimos disfrutar el viernes. Highlife, sí, pero también arrebatos de afro-funk, incursiones muy personales en el afrobeat (Ebo colaboró con Fela Kuti) y piezas de ambiente afrolatino, muy populares en los países occidentales subsaharianos desde antes de los años 40. El concierto de Taylor fue creciendo según avanzaba, y alcanzó su cumbre con piezas como Love & Death, del disco del mismo título, de 2010, el primero de Ebo que tuvo difusión internacional, y la singular Ayesama, del álbum Appia Kwa Bridge (2012), concluida con una perspectiva muy tribal.

GUADALUPE PLATA El relevo del highlife de Taylor lo tomó el blues primitivo y oscuro del grupo de Úbeda Guadalupe Plata, cada día más rotundo y revulsivo. Primitivismo (de hecho utiliza uno de los primeros bajos usados en el blues, fabricado con un palo anclado en un balde de lavar y una sola cuerda), sí, pero enredado con cuchilladas de psychobilly, en el que escuchamos las psicofonías de Elmore James y Screamin' Jay Howkins e incluso los Doors más delirantes. Eso y toda la tradición oblicua de Smash, Veneno, los primeros Pata Negra, los espasmos de Alan Vega, los pantanos de Nueva Orleans y los agujeros negros del Guadalquivir. Lo de Guadalupe Plata es realmente fuerte y arrebatador; una propuesta incendiaria, un viaje a los infiernos del que se regresa purificado y con algunas llamas socarrándote el alma.

Tras su concierto, y antes de que Luso iniciara su set de DJ, fue el turno de la formación italiana Calibro 35, quien no hace mucho actuó en Explosivo Club. Espléndido grupo instrumental, ofrece una revisión muy personal de las bandas sonoras de las películas poliziotteschi (policíacas), en un sugerente tratado de ritmos cruzados. En Calibro 35 se enredan vibrantemente el jazz progresivo, la psicodelia, el funk ácido y unas cuantas referencias más, en un latigazo sonoro (creado con ambiente analógico) de difícil taxonomía pero de sabrosa degustación. No obstante, el viernes echamos en falta algo más de rasmia en la ejecución de su programa.

En esta primera jornada del Slap! Festival, los conciertos en su escenario principal habían comenzado con el grupo australiano de afrobeat The Shaolin Adronauts. Lamentablemente no llegamos a verlo, aunque sí acudimos a tiempo para la siguiente actuación: la de la londinense Sister Cookie, acompañada por los zaragozanos The Faith Keepers. Sister Cookie pertenece a esa categoría de cantantes briosas de soul y rhythm and blues que confunden el barullo con el detalle, y el griterío con la pasión. Lástima. Su compatriota el muy ilustre William Shakespeare le habría aplicado sin dudarlo el título de una de sus obras: Much About Nothing.