En las valiosas ficciones que le dedicó el mexicano Guillermo Del Toro, Hellboy era un gigantón bruto pero tierno que trataba de mantener sus impulsos más bestiales a raya mientras luchaba por salvar el planeta de diversas amenazas sobrenaturales. En este reboot, en cambio, se prescinde de toda la ternura. Es una película cargada de violencia pero en la que ni hay ni rastro del humanismo que derrochan tanto los cómics originales de Mike Mignola como, decimos, la versión del personaje que encarnó el actor Ron Perlman; el que interpreta David Harbour es no es más que un tarado de gatillo fácil.

Neil Marshall, es cierto, por momentos parece dispuesto a hablar de la tensión existente entre la naturaleza sobrenatural del personaje y su lealtad a una organización que se dedica a erradicar toda la vida sobrenatural de la Tierra, pero eso es algo que Del Toro ya exploró con mucho más detalle. En general, la nueva película se conforma con mantener al personaje y sus secuaces a la búsqueda de los pedacitos de una bruja ancestral; y ni siquiera ese escueto argumento llega a ser más que una mera excusa para que el héroe salte de una escena a la siguiente.

Entretanto, en los momentos más inapropiados, se nos ofrece algún que otro flashback para llenar los huecos que la narrativa insiste en dejar mientras avanza. Y, pese a todas esas explicaciones, la película tiene un serio problema de falta de claridad, especialmente por lo que respecta a su propia razón de ser.

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