El reputado actor británico Rupert Everett debuta como director y guionista de cine con La importancia de llamarse Oscar Wilde. Su visión de los últimos días del escritor, poeta y dramaturgo, en los que intercala momentos anteriores de dolor y gloria, llega hoy a los cines.

-¿Qué importancia ha tenido Wilde en su vida?

-Siempre ha estado presente, pero sobre todo en los últimos 10 años, cuando he estado más metido en este proyecto. Lo veo como un santo patrón; más que eso, una figura crística. Alguien que fue crucificado a manos de la sociedad y renació para marcarnos el camino. Con él comenzó el proceso de la liberación gay. Quería hacer un filme que fuera, en cierto modo, inspirador para la comunidad LGTBQ e infundiera fuerza para seguir adelante.

-Además de como un ‘biopic’ parcial, la película puede leerse como una prehistoria del movimiento LGTBQ.

-Eso es: una crónica del kilómetro cero del camino hacia nuestra libertad. Fue la primera persona abiertamente gay que caminó por el París del siglo XIX. Podías señalarlo y decir: «Por ahí va un homosexual». Y no tenía ningún problema con eso. Enseñó a la sociedad a no verlo como una tara.

-No es la primera vez que encarna a Wilde. Ya lo hizo en el revival del Hampstead Theatre del 2012 de la obra ‘El beso de Judas’, de David Hare, en la que también se aborda su desgraciada historia de amor con lord Alfred Douglas, alias Bosie.

-Estoy muy familiarizado con su vida y su obra. Hice también una producción teatral de El retrato de Dorian Gray. Y en cine protagonicé una adaptación de El marido ideal.

-Estar tan familiarizado con sus palabras, ¿hizo más fácil escribirle líneas de guion o resultó algo intimidante?

-Sobre todo era excitante. Fue un gran viaje. Si te empapas de su obra, es más o menos sencillo extraer ideas que después puedes transformar, resituar o integrar en los diálogos.

Cuando empezó a mover el proyecto, hace más de 10 años, el productor Scott Rudin estaba interesado en llevar a cabo la película con Philip Seymour Hoffman como protagonista.

-Así es, pero yo quería estar en el centro. La había escrito como un vehículo para mí mismo, después de ver cómo escaseaban las buenas ofertas.

-¿Habría sido un filme muy diferente con Hoffman como protagonista?

-Habría sido una gran cinta y él habría estado maravilloso. Seguramente, se habría hecho antes y sin problema de financiación. Quizá debí callarme. Pero necesitaba el papel para mí.

-A nivel narrativo, ‘La importancia de llamarse Oscar Wilde’ es atrevida: se mueve por la lógica del sueño, o quizá sería mejor decir del recuerdo.

-Es como el retrato de un cerebro en proceso de derrumbe. Pequeñas burbujas de memoria estallan aquí y allá. Siempre pensé en su lecho de muerte como un escenario que podía hacerse microscópico, claustrofóbico, o ensancharse para dar cabida al pasado.

-¿Cómo describiría su propia dirección de actores? ¿Un actor es el que mejor dirige a otro?

Desde luego, conozco a los actores, y a todos nos gusta y disgusta lo mismo. Cuando trabajamos, queremos que nos dejen tranquilos. El trabajo importante de un director, en las interpretaciones, es escoger bien. Lo demás viene solo. Fichando a gente como Colin Firth, Tom Wilkinson y Emily Watson, me cubrí las espaldas.

-Por lo visto, P. J. Hogan no lo dejó tranquilo ni un momento durante el rodaje de ‘La boda de mi mejor amigo’.

-¡No, desde luego que no! [risas]. Pero es un director con el que resulta divertido trabajar. También hice Amor sin condiciones con él. Un director de la vieja escuela, capaz de repetir la misma toma hasta 30 o 40 veces.

-Y no elegir nunca la misma que usted habría querido.

-Eso es un problema de los actores. Nunca estamos contentos con las tomas elegidas. Él hizo una gran La boda de mi mejor amigo, es maravillosa.

-¿Cuáles serían otros de sus roles favoritos? Estaba increíble como el editor pagado de sí mismo de ‘El placer de los extraños’.

-Estoy muy contento de haber hecho esa película y de haber trabajado con Paul Schrader. Un drama adulto, ambiguo, suntuoso... La clase de filme que ahora sería imposible hacer.

-¿Qué me dice de ‘Mi novia es un zombie’? En mi opinión, una obra maestra.

-Michele Soavi es un director increíble. Me parece una de las mejores adaptaciones que se han hecho de un cómic. Mejor que lo que se ve ahora.

-Usted era el indicado para el papel del detective sobrenatural Dylan Dog, entre otras cosas porque el historietista Tiziano Sclavi se basó en usted.

-¡Estaba hecho absolutamente a mi medida, así es!