Toros de seis ganaderías, por orden de salida: Joaquín Núñez del Cuvillo, Albarreal (sobrero, sustituto de uno de Lozano Hermanos, Puerto de San Lorenzo (tercero y quinto), Montalvo y El Pilar . En general bien presentados y deslucidos. Los dos del Puerto de San Lorenzo sirvieron. El de Núñez del Cuvillo tuvo también un buen pitón derecho.

Miguel Abellán: estocada (vuelta por su cuenta tras petición insuficiente); y estocada saliendo trompicado y tres descabellos (ovación).

Serafín Marín: seis pinchazos y estocada (silencio); y pinchazo y estocada (ovación tras un aviso).

Matías Tejela: pinchazo y estocada (gran ovación); y media tendida, pinchazo y estocada (silencio).

Otra mala corrida, la de La Prensa, dentro del ciclo isidril pero fuera de abono, una vez más por culpa del ganado, aunque las ligeras excepciones de dos toros del Puerto de San Lorenzo propiciaron sendas faenas de Matías Tejela y Serafín Marín que hubieran merecido mayor reconocimiento con más suerte al matar.

En una barrera del uno hubo un espectador de excepción, el Rey Juan Carlos, quien estuvo acompañado durante todo el festejo a uno y otro lado por el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando González Urbaneja, y el veterano matador de toros José María Manzanares. Este tradicional festejo sigue gafado pese a los cuidados preparativos que tiene. Ni la tradicional presencia del Rey aleja el maleficio, ni más ni menos que el de los toros deslucidos. Y eso que cada uno de los tres toreros buscó lo mejor que había en el campo, pues en esta corrida tienen esa facilidad.

Toros con el trapío suficiente, pero no válidos para el triunfo salvo los dos del Puerto de San Lorenzo , primero de Tejela y segundo de Marín. Ambos diestros estuvieron a punto de cortar sendas orejas de no haber sido por los pinchazos que se interpusieron a las estocadas finales.

Matías Tejela fue, sin duda, lo único destacable de la tarde, aunque hay que precisar que muy bueno. Una verdadera pena que no pusiera rúbrica con la espada, porque de haber matado a la primera hubiera cortado una oreja, al igual que Serafín en el quinto.