Son muchas las mujeres creadoras que por diversas circunstancias acabaron dando con sus huesos y, sobre todo, con su mente, en un psiquiátrico. Las causas, pudieron ser muy variadas, pero en muchos casos sobraba con ser rebelde o ir contra los convencionalismos sociales de la época para que a una mujer se la considerase loca. Algunas de estas creadoras que fueron internadas en manicomios por sus familiares por expresar sus ideas rebeldes y arrojadas a una demencia institucional, acabaron realmente locas; otras, por el contrario, consiguieron, gracias precisamente a seguir pintando o escribiendo, liberarse de esa exclusión social a las que habían sido sometidas. Y otras, no pudieron resistir y se acabaron suicidando.

Recuperar los nombres y las voces de estas mujeres que fueron silenciadas o expulsadas del cuerpo social establecido es lo que pretende la exposición Viaje al manicomio, que hasta el 23 de noviembre puede verse en la galería-librería La Casa Amarilla de Zaragoza y que reúne obras de doce autores, desde Carmen Calvo (Premio Nacional de Artes Plásticas 2013), a Chechu Álava, Amalé y Bondía, Nacho Bolea, María Gimeno, Louisa Holecz, Marta L. Lázaro, Fernando Martín Godoy, Sandra Moneny, Charo Pradas, Sanra Quintero y Mery Sales.

El proyecto surgió de Sara Quintero, que presentó una propuesta en La Casa Amarilla sobre el encierro de Leonora Carrington en un sanatorio de Santander en 1940. Una experiencia que la artista revivió tres años después en su relato Memorias de abajo, escrito para poder conservarse lúcida. A partir de ahí, la historiadora de arte y propietaria de la galería, Chus Tudelilla, planteó ampliar el espectro tando de artistas participantes como de mujeres creadoras afectadas por los encierros psiquiátricos.

«Entendimos que era una oportunidad estupenda para recuperar voces que fueron silenciadas al ser encerradas por sus familiares por ser rebeldes; como decía Gregory Corso, los hombres podían rebeldes y ser tenidos como genios, pero si eras mujer estabas loca. Fueron mujeres que se atrevieron a exponer sus ideas a través de las artes, que se enfrentaron a las trabas sociales que consideraban sus actitudes impresentables en la sociedad del momento, y lo triste es que hoy sigue ocurriendo en muchos casos», señala Tudelilla.

ALGUNOS PROYECTOS

Así, se han seleccionado obras de los autores antes mencionados que, de alguna forma, encajan en esta idea de dar voz a esas creadoras silenciadas por sus, digamos, excentricidades. Y así, Leonora Carrington, quizá la más conocida, es dibujada por Sara Quintero en tres momentos de su existencia, de niña con un caballo, conviviendo con las hienas y con el agua al cuello, intentando sacar la cabeza... Carmen Calvo, por su parte, abre la muestra y el proyecto con una pieza en la que apunta «la pintura la volverá loca»; una obra que encuentra su respuesta en los trabajos presentados por Mery Sales, con una autorretraro que mira desafiante y su mono de trabajo, porque ella tiene claro que la pintura da sentido a su vida y que es precisamente lo que evitará que se vuelva loca.

Almalé y Bondía exponen una serie de laberintos en el bosque que plantean la reflexión de si estás dentro o fuera de ellos, como en la obra Delito de vida en la que Alda Merini cuenta cómo un loco asomado a la calle desde el muro pregunta a un transeúnte: «¿Cuántos son ustedes en su manicomio?».

Nacho Bolea recuerda en sus esculturas a Kusama, a Lucia Joyce, a Anne Sexton y Unica Zürn y a la Baronesa, una mujer, Elsa von Freytang, que rompió todos los cánones de la época con sus performances en las que ya jugaba con la identidad de género, algo que refleja en la muestra Fernando Martín Godoy. Louisa Holecz pinta el «oscuro» jardín en el que Camille Claudel pasó 30 años esperando a que alguien la visitase y Chechu Álava, por ejemplo, vuelve a reunir a Sylvia Plath y Anne Sexton, quien recriminaba a la primera que se hubiese suicidado antes que ella y la hubiese dejado sola...