La escritora y periodista Cristina Fernández Cubas y el escritor danés Knud Romer presentaron ayer en la Librería Cálamo de Zaragoza sus respectivas obras Todos los cuentos y Quien parpadea teme a la muerte, ganadoras de los premios que esta librería concede anualmente. En el primer caso se trata de una larga recopilación y en el segundo, un doble recorrido: por la historia de su familia y por los recuerdos de su infancia y primera adolescencia en la Dinamarca de los años 60, sumida todavía en una posguerra psicológica marcada por el odio a todo lo alemán.

Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) reúne en Todos los cuentos (Tusquets, 507 páginas) su obra de 25 años: Veinte relatos de cinco libros --Mi hermana Elba (1980), Los altillos de Brumal (1983), El ángulo del horror (1990), Con Agatha en Estambul (1994) y Parientes pobres del diablo (2006)--, y El faro, homenaje a Edgar Allan Poe. "Son todos los cuentos que he publicado hasta ahora , que, juntos configuran en realidad un nuevo libro", señaló la autora.

"Más que un hilo, buscado o no, hay una unión, eso es cierto --explicó Fernández Cubas-- se trata como de un orden, que la carga está bien estibada, por decirlo de alguna manera". La escritora catalana manifestó que reunir los cuentos ha sido muy importante, porque "se iban perdiendo; las nuevas generaciones conocían solo los últimos y ahora los veo juntos".

Cristina Fernández Cubas nota que ha habido una evolución sutil en estos 25 años, que a lo mejor el lector no nota tanto: "Una evolución en el sentido de que cada vez me considero más atrevida, en el sentido de que esa osadía no se note; si se nota, mal vamos" Y agrega que "cada vez me complico yo el berenjenal y tengo menos miedo".

La escritora afirma que el miedo empieza en el segundo libro, porque si el primero ya ha hecho un camino, marca un listón y en el segundo "te encuentras con que hay muchos ojos que te miran". Sus cuentos abordan al ser humano "puesto en situaciones límite" y tienen "humor, inquietud, misterio" y a veces, dice "hay incursiones en las zonas oscuras del alma". Considera que la literatura es "comunicación de emociones".

El libro de Knud Romer recoge cien años de la historia danesa-alemana concentrada "como un cubito de sopa" en su pequeña familia. La historia privada se encuentra con la universal del siglo XX. Una trayectoria que pone en evidencia el maltrato al que fueron sometidos los alemanes residentes en Dinamarca tras la guerra. "Es una historia también cultural, --explica Kund Romer-- que abarca no sólo las guerras mundiales, desde la república de Weimar a la posguerra, y seguimos a esas familias y sabemos qué música escuchaban en tal época o qué comían y cuáles eran sus costumbres".

Hay una variedad de historias entrecruzadas que se funden en una sola: la vida de Romer, un niño aislado, acosado y perseguido por los otros niños, cuya existencia está marcada por la de sus mayores, sin relación alguna con la familia paterna, de raigambre danesa y muy unido a su madre, alemana residente en Dinamarca.

"Esta historia se puede considerar universal porque representa lo que pasó con los refugiados alemanes de la guerra se quedaron en los países que anteriormente estuvieron ocupados y fueron considerados después como parias", afirmó el autor. Y aclaró que "vale para todo tipo de víctima que se siente excluido de la comunidad, porque sea gordo o negro o cualquier otra cosa".

Sobre todo, Romer incide en que es una historia que además no se había contado antes, "como si no tuviéramos voz durante muchos años, como si nuestra boca hubiera estado cosida". Es también un homenaje a su madre, como si quisiera dejar esta obra como "un testimonio literario de su vida".

Ella fue una alemana que luchó contra el nazismo en su país y fue independiente y comprometida. Una vez relegada por todos, tras la guerra, su hijo quiere quitarle el sufrimiento y finge que lleva una vida normal, que va a los cumpleaños de los amigos, cuando en realidad tiene que evitar pasar por algunas calles para no ser agredido por los muchachos. "Esta novela es como la bala de plata que he ido puliendo durante muchos años", concluyó el autor.