Que un producto cumpla veinte años de vida, es para celebrarlo. Pero son muchos los que lo han logrado. Lo decisivo de este cumpleaños, el de la trenza de Almudévar, es su nacimiento y cómo han logrado conquistar los mercados.

Como explican continuamente los hermanos Tolosana, continuadores de una saga panadera familiar, adaptaron a su gusto un producto ya existente, que conocieron en La Rioja, una trenza de hojaldre repleta de frutos secos y glaseada. Pero, y esto es lo importante, lo hicieron desde una filosofía artesana, elaborando pausadamente la masa madre y produciendo según la capacidad de su obrador.

Además, se preocuparon, al ser un producto nuevo, de buscar el marchamo de calidad --aquella 'C', ahora C'alial--, que avalara su creación y la situara en su lugar dentro del mercado. De hecho, su precio siempre ha estado muy por encima de la pastelería industrial, pues lo vale. Tampoco olvidaron una buena imagen, con un estuche diseñado a medida, y la promoción hacia el público. Ya aprovecharon con diligencia las oportunidades de promoción, como las que le brindó el dúo Gomaespuma.

De ahí que hayan ido surgiendo diversas trenzas. Con apellidos muchas de ellas, pero sin alcanzar al original. Es lo que tiene ser pionero, pero si se mantienen los niveles de calidad, las copias no son mayor peligro: se dirigen a otro mercado. Por ello, esta columna se suma al cumpleaños, pues este caso ejemplifica, como si fuera de manual, los caminos hacia el éxito en la agroalimentación. Da gusto poderla escribir.